El tema de Cataluña ha agitado estas semanas la proliferación de banderas en manifestaciones y balcones. Con todo el aparato mediático dirigido al referéndum y la independencia o no de los catalanes se muestra con orgullo la enseña nacional y cánticos futboleros. Se saca pecho sólo con una consigna del nacionalismo españolista: el anticatalanismo. Esa vena patriotera con tintes machistas y banderas constitucionalistas del todo a cien ha rebrotado en españolismos de la dictadura. Han salido a la calle los valores huecos de la bicolor con la monarquía, el gobierno de Madrid, la Guardia Civil, la policía y la selección. Vuelve la unidad por que sí, por la Constitución del 78 y un rey que nadie ha votado.

El orgullo españolista se exhibe con grandes banderas, proclamas en las calles o pequeños detalles personales como pulseritas y pins. En este maremágnum de irracionalidad se incluye la bandera del aguilucho que se agita en los balcones, como en La Vall d'Uixó. Es un símbolo de la dictadura ilegal que no se persigue ni castiga su exhibición. En nuestra escasa cultura democrática no se incluye el antifascismo como en el resto de países europeos. Por ello se hace la vista gorda en las exhibiciones públicas del símbolo franquista con una laxitud que debilita la democracia. Juan Miguel Palomar. (Historiador) València