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¿Qué representa la Virgen de la Balma para todos los devotos que cada año la visitan en el día de su fiesta? La pregunta encuentra múltiples respuestas entre las almas que se reúnen ante el santuario enclavado en la cueva, un emplazamiento que en los últimos años ha permanecido a la suerte de contingencias humanas que han alterado, de uno u otro modo, el sentimiento de los que se acercan a Sorita. El año pasado fue un drama ya que la ermita estaba cerrada a cal y canto por las obras de rehabilitación de la antigua hospedería, obras que todavía están en marcha.

Ante la queja general de 2008, cuando los devotos no pudieron acceder a la ermita el día de la fiesta, las cosas han cambiado para este año. La fe mueve montañas, vallas, hormigoneras y paletas. Así, pese a las obras de la hospedería, ayer los fieles entraron en la cueva y vieron a su Virgen de la Balma.

Este año, las lágrimas entre los más pasionales no eran de tristeza como en 2008 sino de alegría. Al penetrar en la cueva y verse ante los ojos de la Balma satisficieron la necesidad de admirar ese nexo entre lo humano y lo divino a tan solo un beso de distancia, ya que no pudieron tocarla por la prevención de la Gripe A. Todo comenzó con la lectura de la relació que dio paso a la procesión -acompañada por danzas, tambores y castañuelas- desde Sorita hasta la Balma.

En la Creu Coberta todos estuvieron pendientes de un demonio y un ángel. El demonio detuvo a la procesión y trató de embaucarles para que cayeran en las tentaciones. Como marca la tradición cristiana, apareció un ángel que acabó por derrotar al satán.