?

Las prisas y la desconfianza en el prójimo de esta sociedad individualista han levantado un muro que entorpece la ayuda a terceros y la socialización. Aunque es más sangrante en las ciudades que en los pueblos, el fenómeno es generalizado. Sin embargo, el sistema tiene grietas y focos de resistencia. Uno de ellos es el banco del tiempo, con orígenes anarquistas en la América del siglo XIX, expandido por Europa en los años ochenta y presente en la Comunitat Valenciana desde hace una década.

Su funcionamiento es como un banco que sustituye el dinero por el tiempo. Si usted necesita que le remienden un pantalón, pagará con un cheque de una hora y algún socio del banco le hará el trabajo. Para compensar su cuenta corriente, deberá devolver el favor a otra persona de la entidad. Por ejemplo, impartiendo una clase de inglés o de informática de una hora. Así estará en paz: habrá recibido un servicio y prestado otro sin cruzar dinero. Y de paso, y ésa es la esencia del banco de tiempo, habrá conocido a una persona de su comunidad cercana y ampliado su red de apoyo social. Cerca de 500 personas participan actualmente en los diferentes bancos del tiempo de la Comunitat Valenciana.

"Los pueblos no son lo que eran"

Pero bancos del tiempo, por desgracia, no sólo hacen falta en ciudades grandes donde es difícil conocer al vecino y la familia queda lejos. Este sofisticado invento -que en realidad es algo tan viejo como la vida misma- llegó en 2009 al Alto Palancia. Puede sorprender que en esta comarca despoblada, cuyos 27 municipios no suman ni 30.000 habitantes, haga falta un banco del tiempo. Pero es que los pueblos, dicen sus responsables, "ya no son lo que eran". "Aquellos pueblos de toda la vida en los que el vecindario tenía la costumbre de ayudarse los unos a los otros han cambiado. A nuestra comarca ha venido gente de fuera y muchas personas, especialmente las más mayores, se han quedado sin familia ni grupo en el que apoyarse si tiene cualquier problema. Ellos necesitan ayuda. Y para el resto de vecinos, es un buen mecanismo para socializarnos y sentirnos miembros de una colectividad", explica Begoña Estruch, una de las gestoras de la entidad.

Así nace, impulsado por la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural de Castelló, el Banco del Tiempo comarcal del Alto Palancia, con sede en Navajas. Ya son más de 60 socios y los intercambios de tiempo y servicios realizados hasta el momento rondan los 40. Aquí, además, han dado un salto cualitativo. No sólo se cambia favor por favor. Si se montan talleres grupales, en los que cada asistente paga una hora y el profesor recibe una hora a cambio, el resto de tiempo generado que pagan los alumnos se destina a un fondo solidario de tiempo que luego se dedicará a una asociación que lo necesite. Ahora bien: el banco del tiempo no es voluntariado puro y duro, sino que hay que estar tan dispuesto a prestar favores como a recibirlos.

En la existencia misma de los bancos del tiempo -el 22 de junio empieza uno en Pinoso y puede que pronto vea la luz otro en Xàtiva- se esconde el fracaso colectivo de la sociedad. Ya hacen falta secretarías, registros, talonarios y mediadores para conseguir un simple favor en nuestros pueblos y ciudades. Pero aunque sea de esta forma artificial, casi 500 valencianos han recuperado aquello que creían perdido: poder intercambiar servicios con confianza en el prójimo y sin que medie el dinero.