Corre un día cualquiera del año 1957 en la calle Menéndez y Pelayo. El sol calienta a los pies de la Iglesia de la Trinidad, y, súbitamente, un adolescente de 14 años se apresura a ocultar dos piedras y un balón de fútbol, justo un segundo antes de que un policía asome en su bicicleta dispuesto a multar a quienes soñaban con ser futbolistas. El joven era "Pepito", y en ese momento aún no sabía que 21 años después se convertiría en ingeniero municipal y que abriría al tráfico el callejón donde él mismo nació.

Más de 55 años después, José Prades -todavía "Pepito" para las ancianas del contorno- es el primero de los vecinos que nos acompaña en un recorrido por su barrio de siempre: el Raval de la Trinidad.

Calles peatonales pintorescas, viviendas unifamiliares con antiguas caballerizas -la mayoría remodeladas-, el peculiar campanario de la Iglesia de la Trinidad, plazas soleadas con rincones familiares, collas magdaleneras ancestrales y collas adolescente de litrona y equipo de música, decenas de pequeños comercios de todo tipo y procedencia que mágicamente sobreviven a la crisis, cinco casas de prostitución en la misma calle Trinidad que juegan a pasar desapercibidas -secreto a voces que ya generaba debates en el ayuntamiento en el siglo XIX-, los vestigios de lo que fue el cine Azul -víctima de las grandes salas comerciales-, las Escuelas Pías y la Iglesia de la Trinidad construidas por Cardona Vives, el enigmático Consulado de Noruega, cuya misteriosa razón de ser todavía se preguntan los viandantes curiosos...

Los paisajes del Raval de la Trinidad son tan interminables como tranquilos, y pareciera que al entrar en la calle San Francisco uno se adentra en una microciudad privilegiada camuflada en pleno centro de la capital de la Plana.

Desde el siglo XIX, el Raval de la Trinidad ha destacado por ser un foco de creación cultural y de convivencia, cuna de poetas soñadores, de la revista hablada "Clima" de Quiquet de Castalia, de los cantantes del grupo Els Llauradors, del padre de Toni El Figuero, del salón de teatro parroquial de Monsén Amorós, del Raval Art, de la mejor sangría en un Portón que ya sólo abre cuando al incombustible Manolo le place...

En suma, uno de esos barrios donde sus vecinos disfrutan de tenerlo todo a mano, a la distancia de unos pocos pasos. "Parece que la gente del barrio al final siempre vuelve a casa, a sus orígenes".

Así lo explicaba Joan Prades, fundador del "Grup de Dansa el Forcat" y reconocido actor en series televisivas de éxito como La Alquería Blanca o en películas como Arroz y Tartana.

"Precisamente esta noche pasan en televisión Arroz y Tartana y el domingo voy a Madrid a un rodaje al que mi mujer se niega a venir. Se ha enfadado porque hago el papel de llauraor gay -sonríe-".

Prades comenzó en el salón parroquial y en la Sección Femenina. Ahora dirige la escuela y el grupo de danzas tradicionales del barrio, uno de los referentes que han llevado la tradición castellonera hasta la BBC de Londres o a París.

Mientras Joan abre el modesto local de El Forcat, saluda con la mano al antiguo panadero del barrio, Luis Miguel Català. La crisis le obligó a cerrar el horno en el que su padre le había enseñado el oficio y ahora, a sus 60 años, cobra el paro esperando poder llegar cuanto antes a la jubilación.

Pero en el barrio la vida sigue. Unos llegan y otros se van. En la plaza Mallorca, la misma en la que se celebra la Fireta de Santa Llúcia, Nadia, una joven de Moldavia, ha logrado sacar adelante una tienda de productos rusos y de países del este. "Este barrio es muy tranquilo y la gente del barrio viene a comprar, se porta muy bien".

El reto del desempleo

La calidad de vida del raval aumentó tras las remodelaciones urbanísticas de más de 20 calles a partir del año 2000 y la recuperación paulatina de casas en un severo proceso de degradación. Ahora, como en tantos otros barrios, el principal reto es el desempleo.

Sin embargo, la presencia de la Asociación de Vecinos del Raval de la Trinidad, con 1.400 asociados, se ha convertido en dinamizador cultural y de convivencia en un barrio de miles de habitantes que todavía se delimita con el plano de la parroquia y cuya influencia llega hasta la plaza de toros.

Les Festes de Carrer es otro de los elementos que cohesionan y distinguen a un vecindario que también destaca por sus poetas. La secretaria del grupo de Amigos de la Poesía Alcap, Ana María Manzano, heredó de su padre el amor por la poesía y se reúne todos los lunes a recitar junto al poeta actual más brillante del barrio, Rafael Camacho. Frente a la Iglesia de la Trinidad, Ana María comparte algunos retales de sus versos. "Si yo pudiera bordar sobre el manto universal, labraría todo en malva... o rosado (...) Y la dura oscuridad, se precipitaría en el cosmos, incapaz de traspasar los brocados de mis ansias".