Da gusto abrir las páginas del periódico mientras desayunas tranquilamente, ir a la sección de polideportivo y leer, entre otras cosas, que el Peñíscola Bodegas Dunviro ha plantado cara al tan temido Inter Movistar. ¡Qué envidia!

Ver a los peñiscolanos en la máxima categoría del fútbol sala nacional me enorgullece, pero a su vez me trae a la mente muchos recuerdos. Concretamente, recuerdos en albiazul. Recuerdos de cuando el Playas de Castellón FS lo era todo, jugaba de tú a tú a cualquier rival, llenaba el Ciutat de Castelló y salía al balcón del ayuntamiento en la plaza Mayor a celebrar los títulos que conseguía, que no eran pocos, con su afición.

Pero ahora ahí estamos. Intentando sobrevivir como buenamente podemos. Jugando en una categoría que, con todos mis respetos hacia el resto de equipos, no merecemos y con una deuda que no sé si alguna vez en la vida lograremos saldar.

Lo fuimos todo y ahora no somos nada. Es así de triste pero esa es nuestra realidad. Vivimos en la cresta de la ola, tuvimos a los mejores jugadores (léase Vicentín, Edesio, Javi Rodríguez, Vander Carioca y un largo etcétera), pero cuando a Agustín Poyatos se le acabó la ilusión, indirectamente también se acabó la de la afición playera.

Todavía no tengo muy claro si seguir adelante con un nuevo CD Playas de Castellón FS guiado por Javi Sánchez Pastor y Fran Torres hace algunos años fue la mejor elección. Ni tampoco si el famoso concurso de acreedores que hace más de un año se anunció y nunca se llegó a formalizar era nuestra tabla de salvación. Pero lo que sí tengo algo más claro es que si en la época de Manolo Pesudo, el otro Javi Sánchez (el que fuera jugador profesional) y Pepe Miquel el Playas hubiera cobrado lo que le correspondía y tenía firmado, entre otras ayudas las de la sociedad Aeropuerto de Castellón SL (que si no recuerdo mal superaban los 400.000 euros), ahora no estaríamos en ese infierno en el que malvivimos.

Ese ha sido el mal endémico de un gran número de clubes de esta provincia, que de un día para otro se vieron sin la suculenta «porción de tarta» que anualmente llegaba y, a partir de ahí, todo se vino abajo.

Descenso tras descenso, el Playas ha llegado hasta Tercera, categoría en la que este año compite después de haber comprado la plaza al Moncófar. Parece que se está trabajando bien y se ha hecho un buen equipito. A ver si pronto podemos recuperar la ilusión y volvemos a pensar en albiazul.