Visto el resultado del partido jugado entre Valencia y Villarreal, la tarde de ayer en Mestalla, tan bueno para los visitantes, tan malo para los locales, me viene como anillo al dedo contarles la pequeña historia de Dana, una joven treintañera , casada con Víctor, ambos de nacionalidad rumana afincados en España y padres de dos hijos, estudiante el mayor de bachiller y dispuesto a emprenderlo el otro, en el Instituto Francisco Tárrega. Forman los cuatro una familia modesta, trabajadora, buena gente y cuando la economía lo permite, que es de tarde en tarde, se permiten asistir a algún partido en El Madrigal para ver al submarino, del que son admiradores. El matrimonio, acompañado de otro, también amigos, y seguidores del Villarreal como ellos, formaron parte de aquel par de miles que después de un viaje pesadísimo a Sevilla sufrieron las inclemencias del tiempo y ya hechos una sopa regresaron mojados, sin dormir y calados hasta los huesos. Pues bien, dos semanas después, es decir, ayer, aprovechando las condiciones económicas que les fueron facilitadas volvieron a hacer turismo acompañando a los amarillos hasta Valencia. Alguien les había acusados de gafes y querían desmentirlo, acompañando al Villarreal en lo que creían por fin sería una victoria que viniera a hacerle justicia al Villaereal y que todos se dieran cuenta de que las últimas y seguidas derrotas habían sido solo un bache. En Valencia estuvieron siendo testimonio del merecido empate de los de FR formando parte menor de aquella expedición que tuvo como rival al Sevilla frente al que el submarino perdió todo lo jugado y no siempre porque jugara peor. Empataron ayer después de un buen partido frente a un equipo correoso como no hay dos, y lo hicieron porque el Villarreal ha perdido buena parte de su poder ofensivo, las ocasiones que se crean son poco claras y la definición que les acompañaba en cada partido ha dejado de hacerlo, por falta de servicios desde la segunda línea que no es tan precisa como lo fuera con la presencia de Bruno y también porque las puntas no resuelven con el acierto con que lo hacían no hace tanto. Dicho lo dicho, aceptemos el empate como un gran resultado, obtenido frente a un poderoso Valencia que no logró el triunfo ayer porque el rival no se lo permitió, pero también porque sigue faltando Cherysev en las alineaciones y su ausencia volvió a dejarse sentir la tarde de ayer en Valencia, lo que es una oportunidad que el plumilla no debe desaprovechar para insistir en que el hispano-ruso es decisivo en el juego atacante de este equipo, y lo digo para insistir en que si alguien debería formar en el Villarreal la próxima temporada, ese es Cherysev, por encima de cualquier canto de sirena que probablemente se produzca. Acabada pues la racha de derrotas, además de las dos competiciones que acompañaban a la liga española, lo que le queda al submarino es apretar los puños en el cielo y los tacones en el suelo, hacerse fuerte en El Madrigal y jugar todo lo alegremente que sea posible fuera para afincarse fuertemente en la tabla y aprovechar las nueve jornadas que restan para alcanzar el puesto mejor posible en la tabla.

Alcanza una posición de absoluta tranquilidad respecto de la primeras de las metas, el mantenimiento de la categoría, la presencia en la Europa League debe ser el objetivo, vistas las posibilidades de los demás y las del submarino, capaz de amargarle la pascua al Valencia, en una tarde que para ellos era fundamental ganar el partido, en la misma medida, al menos, que el Villarreal la necesitaba para además del buen ritmo recuperar la autoestima, de modo que lo que queda de liga sea un sprint final en busca de la consolidación de la presencia en Europa.

El equipo es todavía muy joven, tiene que seguir creciendo, puesto que cuenta con grandes dosis de talento y ahora, con el empate en Mestalla y volviendo en creer en ellos mismos acabar la temporada con la misma autoridad que la empezó.