Cuando los 188 pasajeros de Ryanair reservaron sus billetes para viajar a Castelló desde Londres no podían imaginar que una comitiva de medio centenar de periodistas -entre ellos, también reporteros británicos de la BBC- iba a recibirles ayer en el aeropuerto. «Sólo nos falta el cartel de welcome», decía algún miembro de la prensa en medio de tan berlanguiana escena. A pie de pista redactores y cámaras aguardaban a los primeros viajeros del primer vuelo regular que recibe la infraestructura. La expectación era máxima y, consciente de ello, el piloto brindó un saludo desde la cabina a su público. Se prepararon las escalerillas de bajada, con cierta ceremoniosidad, y, de repente, ahí estaban los primeros turistas que recibe el aeropuerto. Eran Colette y Raphael. «No nos esperábamos tanta gente observando el aterrizaje, nos ha sorprendido», dijo el joven desbordado por los micrófonos y los objetivos de las cámaras de televisión que le apuntaban. Curiosamente, la historia de los primeros londinenses que pisan la pista de aterrizaje parece idónea para poner un final feliz al tortuoso camino de la infraestructura en un día tan significativo: los jóvenes, que suelen veranear en la provincia, planean casarse en el castillo de Peñíscola el próximo año, según relató a este diario la joven prometida. El hecho de que fueran ellos los primeros en salir del avión fue casualidad, no una maniobra de marketing, según fuentes del aeropuerto.

Raphael y Colette, al igual que el resto del pasaje, conocían la trayectoria de la infraestructura. «He leído que era un elefante blanco y un aeropuerto fantasma, sólo esperamos que continúe funcionando, así que todo el mundo tiene que usarlo», decía otra pasajera británica, Valerie Parker, quien lamentaba entre risas no haber traído «una botella de champán» para celebrar el primer vuelo. Lo que sí pudieron beber los viajeros fue zumo de naranja natural, el obsequio que recibieron del aeropuerto mientras esperaban el equipaje. Y las maletas llegaron sin problema. Por si cabía alguna duda, desde el mostrador de handling de la empresa Lesma aseguraron que «no se ha perdido ninguna, afortunadamente». Todos los pasajeros recuperaron sus pertenencias y se dirigieron a sus respectivos destinos. La mayoría de los turistas, británicos de avanzada edad con una segunda residencia en la provincia, iban a alojarse en apartamentos propios o alquilados en Alcossebre. Esta localidad es el sitio preferido de muchos ingleses, según reconocieron también desde el Patronato Provincial de Turismo. Entre los pasajeros, había también algunos españoles, muy pocos. «Pensaba que la mayoría seríamos de Castelló», decía sorprendido un joven estudiante.

Una vez en tierra, varios medios de transporte aguardaban a los turistas para trasladarlos hasta su destino final. Los autobuses que se dirigían al norte y al sur de la provincia partieron medio vacíos. Muchos de los pasajeros optaron por alquilar un coche en Malco, la única compañía de rent-a-car presente en el aeropuerto. Otros fueron recogidos por familiares y amigos que ya están de vacaciones en Castelló y que pudieron estacionar de manera gratuita en el aparcamiento, «uno de los factores de competitividad de la infraestructura», según reconoce Lavalin. La otra opción para desplazarse es el taxi. El pasaje a algunas localidades turísticas cuesta desde los 30 euros para Alcossebre, a los 50 para Peñíscola, pasando por los 35 de Oropesa.