Ha sido una semana larga y complicada en muchos aspectos. Por fin ha acabado. Como tantas otras veces, el fútbol ha quedado reducido a un segundo o tercer plano y ha dejado paso a la resolución, con una dudosa vara de medir, de los turbios y sospechosos asuntos que se han cocido estas semanas en el vestuario, el banquillo y los despachos. Una situación en la que todo el mundo acusa y nadie demuestra, vuelan las piedras y no se ve ninguna mano. Guerra de influencias que desangra por momentos al anciano CD Castellón.

Es curioso que, sin saber ni tan siquiera los periodistas qué ha pasado a ciencia cierta, pese a las misteriosas declaraciones de Calderé y algún jugador, el posicionamiento de la grada sea tan claro y directo. Es algo que no entiendo y que no creo del todo justo. Hoy he oído una pitada cobarde. Una pitada cargada de no te quiero, pero tampoco sé por qué, mientras los de negro se iban tranquilos por detrás. Una pitada que suena mucho a rumor, poco a fiabilidad y nada a contraste. Es más que evidente que Calderé no está atravesando su mejor momento al mando de la nave y que acumulaba varias semanas de carencias al mando táctico y de gestión de vestuario. Pero alguien quiso llevarlo más allá, plantarle el foco de la maldad en la cara y dejarle a su suerte. Y Castalia picó.

Calderé no tiene que inventar el fútbol porque se basta con el libro de la vieja escuela que se guardó debajo del brazo al salir del Barcelona. A mí la virulencia y los gritos en un vestuario son cosas que me sobran en pleno 2015, pero hay que ser justos (yo el primero) y reconocer que el linchamiento público ha sido más que excesivo.

Ayer Calderé quiso ser pragmático. Cada uno en su sitio y el balón en el de todos. Y, mira tú por donde, el invento salió bien. El Castellón generó mucho en contragolpes con un Pruden voraz, más inteligente y con ganas de sangre. No descubro a nadie que es uno de los jugadores con más talento del Castellón y eso hay que aprovecharlo cada día más. Un doble pivote con las tareas repartidas, una basculación sensata y un juego defensivo contundente y sin problemas, más allá de algunas transiciones defensivas dudosas cuando pesaban las piernas.

El maldito fútbol es un combate psicológico en la mente de cada persona. Si durante toda la semana lo veía más negro que las rayas de la camiseta, la actitud y soluciones del equipo me han vuelto a hacer creer. No hay nada más sencillo que el hecho de jugar cada uno en su sitio haciendo lo que sabe hacer. Y estos chicos saben. Porque es el fútbol y solo el fútbol quien tiene que hacernos cambiar de opinión de forma tan radical. Y nada más.