Lo han conseguido. El Castellón ya es uno más de Tercera. La cuarta división del fútbol. Aquella en la que no es nada habitual ver a equipos que vienen del fútbol profesional y, por tanto, convertidos en sociedades anónimas deportivas.

Esa maldita ley y la posterior entrada en los consejos de administración de empresarios sin escrúpulos y, en muchos casos, sin un clavel, se han llevado por delante a clubes similares al nuestro.

Sirva entre otros el ejemplo de la UD Salamanca. Es curioso, la última vez que estuve en El Helmántico, fue en Segunda. Los estertores de Castellnou. La semilla de la enfermedad letal que padece nuestro glorioso. Una vez exterminado, ahora allí cuatro románticos intentan devolver, poco a poco, a lo más alto posible a aquel equipo que coleccionábamos en los cromos y que ahora ni siquiera conocen nuestros hijos.

No me gusta nada escribir esto, y lo saben bien quienes me conocen, pero las sensaciones particulares respecto del momento actual del club, no son nada optimistas.

Desencanto y huida de nueve mil aficionados en apenas tres meses. Justo la diferencia entre los que vamos y los que podrían haber venido junto a nosotros.

Desencuentro público con el gobierno municipal que, al fin y al cabo, es de quien dependen las ayudas de todas las entidades locales.

Y ahora, desconcierto deportivo que ha llevado a un equipo con aires de Segunda B a convertirse en uno más del montón de Tercera. Eso dicen, al menos, los resultados.

Estas tres cuestiones eran la base de la supervivencia, la garantía de ingresos para sostener todos los pagos y, en especial el de Hacienda que es manifiestamente obligatorio ya que un solo impago condenaría a la liquidación del club.

Llegados a este punto, sólo nos queda confiar que la dirección haya hecho un aparte con las cantidades requeridas para cumplir con esos pagos. Porque percibimos señales que nos hacen pensar que ya no hay dinero para todo/todos y que regresamos a la economía pre-Aerocas.

A pesar de que ya son muchos los que hablan de la teoría de la mano negra, de que todo está planificado para llegar al peor de los finales, hay que apurar las últimas posibilidades.

Opciones no hay muchas, la verdad. Quien manda dice que no vende. Así sustenta su propia economía, pero no sabemos si puede asegurar la del club. La ampliación de capital podría ser la solución. Futuro. Veremos si da el paso.

Así que habrá que pensar en el Club Deportivo como en un Bien de Interés Cultural. Al menos en las fronteras de lo que sigue siendo la capital de la Plana. No estaría mal un acuerdo político para dedicar parte del esfuerzo a intentar conseguir que este club cumpla cien años. Y no precisamente a base de subvenciones. Voluntad y liderazgo. El camino ya está hecho. En breve, hará veinte años de una operación que propició un cambio. Consulten las hemerotecas. Es pasado pero, a veces, la historia se repite.