Contra el Barça no se juega todos los días y contra el Barça en el Nou Camp, mucho menos, de modo que se entenderá que los jugadores modestos, de cualquier clube modesto, cuando el calendario ordena el enfrentamiento con uno de los dos trasatlánticos, en lugar de pasar la noche anterior en vela por el temor al resultado, que es lo que ocurre a los aficionados partidarios del equipo menor, se mire como se mire, también pasan la noche en blanco pero es por la alegría y la emoción de ir a jugar al Camp Nou, ante casi cien mil espectadores, y podérselo contar algún día a los nietos, no tal cual fue, ni siquiera como el futbolista menor cree que fue, y un poco más, para apropiarse de alguna jugada que llevó a cabo otro, que, como no está, ojos que no ven corazón que no siente.

El Nou Camp, en estas fechas, es además lugar de encuentro de gentes que además de ser aficionados al fútbol y partidarios del Barcelona, portan una estelada que sustituye a la cuatribarrada de siempre. Alguien les ha convencido de que lo de la independencia es un chollo, porque los catalanes, independientes, además de ser más catalanes serán solo catalanes, aunque con el inconveniente de que los españoles seguirán siendo vecinos y eso puede resultar muy molesto. Ya cuentan con que el Barcelona jugará probablemente en la liga francesa, pero el Espanyol lo hará en la de Madrid. Para cuando eso ocurra, el Barcelona deberá convocar elecciones a presidente, que ganará Laporta, porque el que ya fuera presidente una vez es el único presidente del Barça que quiere ser presidente de la Catalunya Nación, Estado, Parlamento, Gobierno y Embajadas. Todo eso y más es lo que les ha hecho creer Artur Mas al resto de catalanes, de modo que las esteladas están bien, ha dicho la FIFA, pero lo de independizarse es otra cosa, según dirá el Tribunal Constitucional, que es quien gobierna para estas cosas, mientras don Mariano se fuma un Cohiba.

En lo puramente futbolero el entrenador Marcelino preparó una estrategia para la que necesitó de dos entrenamientos a puerta cerrada y cuyo resultado fue salir ante el Barcelona con cuatro defensas, cinco futbolistas en el centro del campo y Soldado allá arriba, solito como casi siempre que ocurren estas cosas. El resultado, para los espectadores que estaban allí, como los que nos quedamos aquí para ver el partido en la pantalla pequeña resultó ser un ataque - defensa en el que los defensores de Marcelino consiguieron llegar al descanso con el empate a cero, además de pocas ocasiones de gol para los locales porque los forasteros habían controlado bien el partido. Lo de la segunda parte resultó ser otra cosa, que resume con que el Barcelona aprovechó tres errores de los de amarillo, errores que uno no sabe muy bien a qué o quién adjudicar, aunque muy bien pudiera estar relacionado por el descanso entre el partido del jueves, más los viajes de ida y vuelta y el encuentro de ayer frente al Barça. El primer error viene dado por fallar en una jugada en la que Bruno, tan seguro casi siempre, al sacar la pelota jugada desde la cueva propia, se la regala a un rival, que profundiza con la defensa saliendo, pase impecable del barcelonista y gol. El segundo es fruto de otro error, este de Jaume Costa que comete un penal de libro y evitable. El árbitro lo señala, Suárez lo ejecuta y el segundo gol sube al marcador. El tercero es otro error, ahora de Víctor Ruiz que no llega a un balón a media altura y cae al suelo el futbolista, lo que da pie a un golazo de Neymar, antológico. El Villarreal se pasó setenta y cinco minutos defendiendo sin balón y perdió por tres goles a cero en media hora. Para ese viaje, derrota de tres goles a cero, no hacían falta unas alforjas de dos entrenamientos a puerta cerrada. El Villarreal tiene que jugar, o al menos cuando así hace es él quien intenta decir cómo ha de funcionar aquello. Lo del cuatro, cinco, uno sirvió para perder por tres a cero después de ser el malo de la película. Hasta la otra.

Sí me gustaría decir algo más antes de que se me acaben las líneas que tengo pactado escribir para estas cosas. Veamos: en el partido frente al Barcelona se jugaba un partido cuyo premio eran tres puntos para el ganador y cero para el perdedor, exactamente igual que ocurrió en el encuentro que el Villarreal disputó en el Ciudad de Valencia frente al Levante. Pues bien, si ante aquel resultado casi todo el mundo quedó con que eran cosas del fútbol, perder frente al Barcelona es, por lo menos, igual, con respecto a los puntos que se ganan o que se pierden. También es más o menos igual la equipación del equipo rival, blaugrana en ambos casos, pero los equipos son bien distintos. Contra con quien hay que ganar es contra el Levante, colista como era y como es. Perder contra el Barça es del todo punto perdonable y eso es lo que uno hace en suj fuero interno. Perder ante el Barcelona en el Nou Camp es natural, hacerlo ante el Levante, no.