Por primera vez en los noventa años de fallas que cumplirá dentro de dos años esta ciudad, un presidente de la Generalitat Valenciana participó en un acto fallero. Ximo Puig acompañó, a la alcaldesa, reinas falleras y junta local en la entrega de premios de las distintas categorías de las fallas de Borriana. Ximo Puig escucho pitos a su llegada, (alguna gente entiende la política como si de un equipo de fútbol se tratase y todos los que no son de su mismo equipo son adversarios). Personalmente agradecí a Ximo Puig el haber elegido Borriana para vivir unas horas de las fiestas josefinas, el pasado año ya estuvo en la «nit de la Plantà», pero en esta ocasión vino como presidente de la Comunitat Valenciana. Cuando no se quiere reconocer estos hechos y priman otros conceptos a los realmente importantes, difícilmente se consiguen acuerdos.

Son muchas ciudades de la Comunitat donde se plantan fallas y se viven intensamente estas fiestas. Pero en la provincia de Castelló, Borriana es la pionera ya que cuenta con un colectivo de artesanos importantes que plantan fallas prácticamente en toda la Comunitat Valenciana. Aquí, toca destacar que el President lo es de todos los valencianos. Ximo Puig eligió Borriana entre centenares de ciudades donde plantan fallas y se vive esta fiesta, por lo que recibirlo por un sector de falleros con pitos tiene poco sentido.

No solamente vienen en fallas a esta ciudad los políticos que gobiernan ya que el día 18, José Ramón Calpe, ex alcalde de Borriana y diputado del Partido Popular, visitó las fallas acompañado de los concejales locales del PP y la presidenta de los populares de la Comunitat. Pasaron desapercibidos, dijeron algunos del equipo contrario, posiblemente con razón por que no participaron en ningún acto oficial, vieron las fallas leyendo las críticas por ver si los falleros se habían acordado de ellos, ( hay un dicho popular que dice, 'si un político no sale reflejado en la falla, bien con muñeco incluido y critica sobre el cargo que ostenta, ya no se vuele a presentar').

La de los populares fue una visita de cortesía y seguramente nadie les abucheó, algo de lo que presumían aquellos que el fanatismo les lleva más allá de la convivencia social.