El otro día me encontré con un amigo que hacía tiempo que no veía. Me contó que ahora vive en un pequeño pueblo del Delta del Ebro, dedicándose a lo que siempre le gustó: el mar. Me fascinó su manera de vivir y transmitir lo que desde siempre ha sido su pasión. Pocas alegrías más sinceras que la de una persona que se vuelca y siente lo que realmente le gusta y lo que ha nacido para hacer. No hagan nunca nada sin pasión, pues lo más normal es que no salga como quieren o nunca lo lleguen a hacer. En el fútbol, en la vida, sin ilusión no hay nada.

Muchas veces me preguntan por qué hago esto. Por qué llevo cinco años con un micro detrás del Club Deportivo Castellón en sus momentos más pobres de historia. Precisamente por esto. Dudo que haya podido sentir algo más fuerte que estar en la grada de Castalia y saber que todos los que te rodean sienten lo mismo que tú. Dudo que haya algo más bonito que sentirte partícipe de un equipo de fútbol que, al final, es una de las muestras más fuertes de unión fraternal, de sentimiento de pueblo y de seña de identidad que conozco. Es más fuerte esta sensación que el deporte en sí. ¿Qué sería el fútbol sino un arma de unión masiva?

Pocas muestras de pasión he visto en los últimos tiempos como la de una afición que, pese a haber sido golpeada y maltratada mil y una veces, recupera la ilusión sin apenas tener motivos para ello. Quizá nunca superemos el derrotismo que nos caracteriza a todos los albinegros, pero pocos podrán mostrar un sentimiento de orgullo tan grande como el de una hinchada que se levanta en masa para comprar, en menos de una semana, más de 3.000 entradas para un partido sin fecha, hora, rival y ni siquiera lugar de celebración.

La afición del Castellón no necesita que nadie les vaya detrás para ir al campo. En estos cinco años todo han sido dificultades y jamás ha faltado una bandera albinegra en pie en cada uno de los partidos que el club ha jugado en Tercera División. La pasión y esas cosas. Es innegable que muchos se han sentido desapegados a Castalia tras el batacazo ante Linares y Haro. Si algo debía hacer el club ahí era recuperarles, pues un albinegro nunca deja de ser albinegro vaya o no a Castalia. Y se ha encendido la luz. Alguien en el club ha decidido abrazar a todo ese aficionado alicaído y traerlo de nuevo a Castalia.

Una campaña de ilusión y, sobre todo, inclusión. Pues no hay ningún aficionado del Castellón por encima de otro. En este avión cabemos todos y también viaja la sempiterna pasión y la suerte que este año parece tenernos reservado el minuto 90. Prepárate España, en Castellón estamos listos y queremos venganza.