¿Un colegio íntegramente de barracones puede llegar a ser normal? Dependiendo de cómo se mire la respuesta puede ser sí, sobre todo desde la perspectiva de un niño de entre 3 y 12 años que durante toda su etapa escolar no ha conocido otra cosa, es el caso de un grupo de 26 alumnos del CEIP Nou Pedro Alcázar de Nules que se gradúa esta semana en estas circunstancias.

Hace algún tiempo, coincidiendo con una campaña de reivindicaciones ante la conselleria de Educación para exigir el inicio de las obras, los escolares tuvieron la oportunidad de escribirle una carta a la consellera diciéndole cómo querían que fuera su colegio, muchos alumnos sorprendieron al pedir cosas «como una piscina o un restaurante» explicó ayer Alicia Sanchis, una de las maestras del centro. Y esas peticiones tenían un poco de sentido, porque cuando se les planteó cómo sería su cole ideal «debían de pensar que eso era lo que tenían los otros y ellos no».

Pero durante estos nueve años, los niños del Pedro Alcázar no han tenido cosas como un recibidor o pasillos protegidos de las inclemencias del tiempo o espacios comunes donde realizar actividades colectivas. Las instrucciones de algunos maestros a principios de curso indicaban a los padres la necesidad de evitar las mochilas de carro, por no haber espacio suficiente en las aulas para ellas€ Y así una serie de deficiencias consecuencia de las limitaciones físicas de un complejo de aulas prefabricadas, mientras vivían a la sombra de un edificio escolar abandonado varios años atrás.

Alicia Sanchis explica que «las clases las tenemos más o menos equipadas», aunque el espacio es el que es y tienen menos luz que una aula convencional. Aún así, los escolares coinciden en considerar que su cole «es normal» y es así porque según destaca la maestra del centro «no pueden comparar, porque no han conocido otra cosa».

Si le preguntas a Marisol, una de las 26 alumnas que se gradúan este curso, lo mejor de su cole «es tener aire acondicionado», y lo peor es «que las clases son muy pequeñas, no cabemos y hace mucho calor», porque de vez en cuando los aparatos se estropean y las temperaturas en estos barracones pueden exceder lo soportable.

Quienes sí que conocen las diferencias son los maestros, que en la mayoría de los casos han trabajado en colegios convencionales y sufren más las deficiencias. «Nuestra obligación como docentes es asegurarnos de que los niños estén bien, ya sea en el aula, en una excursión o donde sea» y por eso cuando hay que organizar una proyección de cine se amontonan las sillas del aula, o se hacen turnos y se decoran las paredes de los pasillos aunque la humedad de encontrarse prácticamente a la intemperie provoque que se vaya todo al suelo, «vamos improvisando sobre la marcha».

Ese esfuerzo y la inocencia infantil han hecho que los últimos nueve años el Pedro Alcázar sea un cole como todos los demás porque, sin duda, de puertas adentro lo ha sido aunque le faltara algo tan básico como el edificio.