¿Cómo se prepara la ciudad para unas celebraciones que multiplican exponencialmente su actividad?

Es evidente que con mucho trabajo, que no es fácil en una ciudad de 51.000 habitantes, pero que tiene un impacto diario de 70.000 personas, teniendo en cuenta todos los servicios comarcales. Con todo, hemos encontrado el equilibro reorganizando algunos elementos urbanísticos que nos permitan hacerlo posible. Pero sobre todo hemos sido valientes en una de las cosas que parecían imposibles, como es cortar la avenida de La Murà para el concurso de paellas. Si se organizan bien las cosas y el primer año se genera pedagogía, no pasa nada.

El hecho de que sea la Junta de Fiestas la que organice el programa resta trabajo al consistorio pero, ¿cuáles son las aportaciones del equipo de gobierno?

La independencia de la Junta de Festes desde 2008 les da capacidad de decisión en todo excepto en los actos protocolarios que afectan a los actos tradicionales o religiosos, aunque todas las decisiones las tomamos de forma dialogada y pactada, como ha sido el caso de los cambios que hemos introducido en la ofrenda, un tema que me hacía especial ilusión. Hasta ahora la comitiva oficial iba detrás de la Mare de Déu a pesar de que éramos los que íbamos a recibirla delante de los carmelitas. Este año saldremos los primeros seguidos por La Lira y las peñas hasta la iglesia. Además, también se tocará el himno de la ciudad junto al de España, algo que ha gustado a la banda. Todo se trata de una evolución pactada.

¿Cree que es posible conciliar la fiesta y el descanso?

La fiesta y el descanso son incompatibles, pero se pueden hacer cosas para que la gente sepa cuándo puede descansar y cuándo no. Nosotros lo hemos hecho. Por un lado creando un registro de peñas para controlar dónde están y en qué condiciones, de manera que se puedan abrir expedientes o incluso cerrarlas si es necesario. Por otra parte, hay que entender que hay vecinos que quieren disfrutar de las fiestas y para eso se creó el recinto de la marcha, es un lugar vigilado que no impacta y en el que el que quiere divertirse no genera problemas. Pero sobre todo, los vecinos saben que en estos diez días, habrá cuatro en los que no podrán descansar, los viernes y los sábados, y que los otros seis vamos a ser implacables con las horas de cierre de los casales, y la gente lo respeta en vista de que no hay infracciones.

En cuanto a los actos taurinos, ¿resulta difícil mantener un posicionamiento tan firme a favor desde un gobierno progresista?

Estoy en política para luchar contra ese tipo de clichés. Se puede ser católico, cazador, parañero o aficionado a los «bous al carrer» y ser de izquierdas. Es lo mismo que con el tema de la Iglesia. No es cierto que si eres católico tienes que ser de derechas, he luchado muchísimo para demostrar que no es así, especialmente en esa época en la que parecía que los alcaldes cristianos tenían que esconderse porque no correspondía. Al final no se puede ser representante de un pueblo, sin parecerte al pueblo. No niego que muchas denuncias que realizan los antitaurinos sean ciertas, pero no me gusta que se generalice, el mundo es muy complejo como para generalizar. Lo nuestro son los toros y no podemos pretender tener unas fiestas como en Noruega o Finlandia, porque no somos lo mismo.

¿Y qué es lo que espera para estas fiestas?

Espero que no pase nada. Dados algunos acontecimientos de los últimos días, con la muerte de un niño en Cinctorres y un joven en La Vilavella. En Vila-real llevamos unos años con suerte, aunque tampoco es casualidad, porque contamos con un equipo de voluntarios excelente e invertimos un dineral en un Hospital de Día donde se opera a los heridos, salvando así a mucha gente. No podemos dejar de poner las medidas necesarias para que no pase nada. Espero que la gente disfrute en paz y en convivencia.