Nada, que no hay manera. Un compañero de almuerzo me atacaba en la tasca de Guillermo, en Almassora, blandiendo como arma un bocata de secreto a la brasa, arrogándose como triunfo la pobrísima entrada de público el domingo pasado en Castalia. Y no digamos de la triste y desangelada imagen ofrecida por el equipo. Ante la contundencia de los argumentos las instituciones actuarán, David Cruz se marchará a su casa y tú no habrás contribuido a la causa, vino a afearme con indisimulada satisfacción por su fina estrategia y pese al riesgo claro de engarrofar-se durante su atropellada exposición.

Ni siquiera aproveché el descanso que me concedió mientras abría su gaznate a un trago de cerveza fría, porque cada vez adivino más grande el desierto en el que predico. Cuestión distinta es que en este rincón semanal no hay excusa gastronómica tras la que refugiarme, y me apresto a repetirme como el all-i-oli que rechacé entonces por entenderlo refractario a mi sabroso escudo durante la cita de marras.

Porque lo vengo diciendo desde ni se sabe, y durante el verano con especial saña. Cruz no es que no quiera irse, es que no puede. No puede porque carece de otro sustento en la vida. Aguantará carros y carretas porque le va en ello el sueldo. Y esperará que alguien pague más por conseguir su marcha que por el valor mismo de las acciones que dice ostentar, que esa es otra.

El presidente del Castellón podrá haber fracasado deportivamente, que otro calificativo no cabe en quien ha comprado entrenadores y jugadores de saldo a precios no siempre ajustados a mérito, y todo siguiendo el dictado del secretario técnico que peores resultados ha cosechado de su ¿trabajo? Como también es evidente su chapucera gestión económica, sin que los traspasos heredados, los patrocinios regalados y las taquillas millonarias hayan servido para asegurar ni el ascenso ni el pago del concurso de acreedores. Por si eso no fuera suficiente, sus repetidos enfrentamientos con los políticos de todo signo y condición no tienen fin, y una carta de supuesta disculpa a la afición, tan engolada como forzada, ha servido más para soliviantar al personal que para congraciarse.

Desconozco en qué puede beneficiarse Cruz del cambio de nombre del estadio, de prescindir de la bandera de la ciudad o de hinchar el número de abonados, pero queda claro porque mandó retirar una pancarta el jueves o para que demandó en su día a los aficionados que mostraban el rechazo a su gestión incluso con insultos. Pero igual que Cruz nunca se irá por la presión popular, tampoco conseguirá mitigarla con sus respuestas actuales.

Mientras unos y otros se distraen en sus cuitas particulares, a mi me preocupa mucho más la pérdida de nivel en la plantilla y que sigamos sin saber qué se ha conseguido a cambio de la libertad de Charly y Carlos López. Que una cosa es favorecer la proyección de tus jugadores y otra es hacerlo gratis, o lo que es peor, alimentando así la sospecha de que se haya quedado dinero por el camino.

Como también sigue reconcomiéndome la falta de garantías para acometer los obligados pagos con Hacienda y Seguridad Social. A falta de concretar los plazos que regirán desde ese cruel instante, si no estamos preparados para cuando se nos ofrezca esa posibilidad, si volvemos a centrifugar nuestra pasión en vez de concentrarla, no sólo se dejará escapar la oportunidad de librarnos de Cruz, de García Osuna y del resto de la banda, es que encima entraremos en disolución. Un precio demasiado alto para entender los egos de cuantos nos rodean. No es ningún secreto, como el del bocata: hay que hacer una oferta por la Unidad Productiva. El juez y el administrador concursal saben de lo que hablo.