l término del partido disputado el jueves por el Villarreal en Bucarest, el entrenador Escribá, tal vez para justificarse, probablemente para justificarse, seguramente por justificare, dijo que su equipo no había jugado bien, pero que eso no había tenido nada que ver con las rotaciones. No entiende uno, por qué, los españolitos que vienen al mundo, os guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón: o nos toman por gilipollas los políticos o lo hacen los entrenadores de fútbol, dado que cualquiera de ambos gremios nos mienten por vicio. A lo peor resulta ser que ver los partidos de fútbol desde el banquillo no es sano para la vista ni para el buen juicio y uno, frente a los periodistas se pone nervioso y dice lo primero que se le ocurre con tal de justificarse. A lo mejor, es, que no recordando, por aquello de las turbulencias, que los partidos esos los televisan para todo el mundo mundial, algunos aficionados, acompañados o no por algunos de los periodistas que quedamos aquí también vieron el partido que se estaba jugando allí. Es cierto, mire usted si lo vieron, que hasta se percataron de que el césped sobre el que los jugadores corretearon no había visto el rodillo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, lo que hubiera sido un recurso mejor para quedar bien, o decir la verdad sin ambages, es decir, que el Villaereal, pese a jugar mal había empatado el partido, era líder del grupoy un grupo de jugadores de la plantilla había descansado, lo que a mi su modo de ver había sido todo un éxito. Y santas pascuas. Pero no, Escribá, ves per ón, comienza a pensar como si fuera una estrella emergente del banquillo, o ha pensado siempre igual, pero no se atrevía. A mí me parece bien que el entrenador del equipo que yo veo haga rotaciones si así conviene para mitigar el cansancio de disputar las tres competiciones en la que el equipo está inmerso. Pero que las rotaciones sean poquet a poquet. No de media docena en media docena, porque eso despersonaliza al equipo, deja sin el efecto sorpresa necesario ante el rival, estorba la fluidez necesaria para la automatización de movimientos y qui en vola tres tres, un puro. Tantos cambios a la vez sí tienen efectos, hágalos si así se le antoja, pero no pretenda hacernos comulgar con ruedas de molino, porque uno hace muchos años que nació.

El partido jugado en Bucarest, con lo lejos que está eso, estuvo mal jugado por el submarino, que marcó su gol muy pronto (el campo ya estaba impracticable para jugar al fútbol ) y a partir de ahí debió creer que todo el monte era orégano, que el trámite había comenzado como estaba previsto, y que el resto goles para una victoria más amplia irían cayendo como fruta madura o por la fuerza de la gravedad. Ocurrió sin embargo que el meta Andrés Fernández, que es un excelente profesional blocó mal un balón y como quiera que el error de un jugador de campo se tapa con un acierto, pero el del meta es una desgracia irreparable, el encuentro dejó de ser un paseo en lancha sobre los terruños y los agujeros, para transformarse en un partido de fútbol en el que unos competían más y otros menos; en el que unos miraban el reloj para saber cómo se escapaba el tiempo y otros también lo hacían pero para entender cuánto más podía durar aquella pesadilla. Ganar, lo que se dice ganar, sólo se permitían conjugarlo los de casa.

La Liga Europa es una competición importante que el Villarreal tiene que respetar, porque, de hecho, es una de las dos que podría incluso ganar, antes de que la dirigencia del club no se sienta decepcionada. No está uno diciendo que no ganar la Europa League sea un fracaso, porque no lo es, pero conviene ser lo suficientemente ambicioso para que los rivales le consideren un equipo a tono con el clube al que representan, porque el Villarreal SAD es más respetado que el submarino amarillo y eso solo se logra con victorias, allá donde sea posible, pero no con empates que pueden ser útiles, pero no aumentan el prestigio. Otra cosa es que el Villarreal hubiera empatado el jueves contra el Bayern de Múnchen en su propio terreno y jugando bien además.