estas alturas del partido, los aficionados que dan soporte al Vila-real, pero también los simplemente aficionados, conocen lo que el futbolista de Artana y del Vila-real, Bruno Soriano, ha venido significando para el club de la Plana desde que está en él, quiere decirse la mayor parte de su trayectoria profesional. Bruno, a secas, su nombre de guerra, o de paz, es el primer capitán del equipo, además de ese profesional cuya influencia en el rendimiento del equipo resulta trascendente hasta alcanzar aquella categoría según la cual si Bruno está bien el equipo juega muy bien, si por causas de fuerza mayor no está en juego, el equipo se resiente. Pues bien, Bruno no estará para el inicio de la temporada próxima, porque seguramente no se habrá recuperado del todo de la intervención quirúrgica a la que ha tenido que someterse.

Omito el nombre de la intervención, pero si sé que el jugador jugó lesionado el partido que el submarino amarillo jugó y venció en Mestalla el último partido de la liga. Fue decisión del jugador estar presente en aquella ocasión porque estaba en juego el pasaporte a Europa y entendió que su colaboración era decisiva. No fue la primera vez ni será la última que Bruno haya tenido que poner por delante los intereses del Vila-real a los propios.

Bruno Soriano, en la temporada del descenso a segunda división hizo oídos sordos a cualquier posibilidad de abandonar el club para seguir jugando en primera división y se quedó para colaborar en la vuelta a la primera liga española. Lo que pudo perder en lo profesional - hablamos de la posibilidad de un traspaso - lo ganó en la consideración personal y ahora, habiendo pasado el rubicón de la treintena, Bruno sigue capitaneando a un equipo de los grandes, al margen los trasatlánticos de la categoría. No disputará los primeros partidos, pero se incorporará muy pronto al equipo.

Para un clube que pone por delante la categoría de persona de bien al talento profesional del futbolista, Bruno ha sido un ejemplo para los más jóvenes que vienen o están todavía en los equipos inferiores, pero también para sus iguales. La convivencia, así en el ámbito de la familia, en el terreno profesional y también incluso para aquellos que conviven al amparo de una orden religiosa, es siempre complicada.

Como quiera que los egos resultan ser más difíciles de controlar para aquellos seres que tienen a los aplausos como algo natural en el desarrollo de su profesión, eso que hemos dado en llamar «el vestuario» resulta particularmente complicado, en un grupo de aproximadamente veinticinco personalidades, hijo cada cual de un padre y una madre distintos. La sabiduría popular dice que el roce hace el cariño, mientras se calla que también produce controversias, enfrentamientos, y hasta situaciones límite que solo acaban con la salida de alguno o algunos de los compañeros. Es el dichoso ego al que aludíamos, que encuentra terreno abonado entre personalidades jóvenes, no siempre maduras para administrar un estado de cosas que se realimentan todos los días: una economía altamente satisfactoria no siempre bien resuelta, coches de alta gama, admiración generalizada, novias a elegir? A modo de ejemplo, recordemos la salida del Vila-real del mejor futbolista que el Vila-real ha tenido jamás, Juan Román Riquelme, que salió del clube por la puerta pequeña, de lo que se arrepintió más tarde.

Como todo en la vida tiene dos caras, quedamos en que Bruno Soriano ha sido, es, la cara, mientras Riquelme se quedó con la cruz, todo y el maravilloso futbolista que era. Es.