A veces de los periodistas se espera lo básico: un nazi es un nazi, el Castellón es de Cruz, pasar de nueve mil abonados en Tercera es la polla, el Roda depende del Villarreal y en verano suele hacer calor.

En el Castellón del infrafútbol nos estábamos acostumbrando a la endogamia. Al final quedábamos tan pocos que cualquiera que aparecía afrontaba un examen exhaustivo, como los nuevos novios de las chicas de mi pueblo, que al llegar les preguntan de dónde son y para quién cullen. De tanta penuria sufrida corríamos el verdadero riesgo de estancarnos como club familiar y limitadísimo, uno de esos en los que solo se milita por influencia progenitora, como quien hereda una enfermedad genética e irreversible.

Esconder a Cruz tras las cortinas nos ha salvado de momento de ese lastre terminal, por lo que bienvenido sea el baño de autoestima de este verano: estupendo, romper con la rutina enfermiza y renovar la sangre de la militancia era necesario. Sin embargo, como era de esperar conociéndome como me conozco, aún no he ido a Castalia este año y ya estoy hasta los huevos de la moda de llamarnos centuriones, no me gusta la camiseta albinegra y recelo de la peligrosa euforia que envuelve al vestuario, por no hablar de interioridades del club que a uno le llegan por dosis y que poco a poco irán saliendo, supongo. Creo que esta postura mía responde a algún instinto natural, porque no soy tan viejo como para estar tan quemado ni tan joven para ser tan ingenuo, y porque así me solía sentir también en los tiempos felices del bonetismo, por poner un ejemplo. El Castellón atraviesa ahora una época similar, una época del tot bonico, del millorterretismo, de somos la mejor afición del mundo y el fútbol nos debe una, frase que odio, cómo no, con todas mis fuerzas. Pero esta fiebre pasará, como todas, y entonces veremos qué queda en pie, qué ha arraigado entre nosotros de veras.

?Esta incapacidad cínica para unirme a la corriente no impide, eso sí, que imagine cada día cómo, dónde y cuándo subiremos. El Castellón tiene un equipazo compensado y polifacético, pero si algo hemos aprendido estos años es que eso no garantiza nada. Ojalá no olvidemos nunca todo lo que hemos pasado, todo lo que nos enseñaron a base de hostias en el barro, y que los nuevos asuman cuanto antes que el camino hacia el éxito es largo, tortuoso y sacrificado. Tienen que pasar tantas cosas hasta el ascenso y tanta épica hemos gastado antes de empezar, que a ratos me entra pereza solo de pensarlo.

Todo se puede esperar, pero no avanzar lo que depende del tiempo. Mientras llegan las respuestas tendremos a la pelota rodando. Castalia, el fútbol, la ración semanal de irrealidad, el pensamiento mágico contra la razón, una vez más. Es nuestra vida y ni queremos ni podemos remediarlo.