F rank gestionó muy bien la necesidad el año pasado, dentro y fuera del campo. Tan bien lo hizo que le sirvió para ser este curso el entrenador elegido. Esta temporada le está costando manejar la abundancia, también dentro y fuera del campo. Todo se pudo haber construido en calma pero ya mandan las prisas. También sobre el césped y con el balón, donde la percusión ha doblegado a la trenza. El Castellón de octubre es peor que el de septiembre y esa sensación preocupa más que cualquier resultado. El primer partido en casa, el del Buñol, sigue asomando como cima. Por aquellos tiempos nos convencíamos de las bonanzas de formar con tres centrales, dos alas y mucha gente por dentro. Curiosamente, ahora que no hay lateral izquierdo ha desaparecido esa manera de ordenarse en el campo, justo desde la lesión de Arturo. Uno sospecha pues que aquella apuesta no se debía a una convicción táctica: en realidad servía para acomodar a determinados jugadores en el once.

Pasa siempre. Cuando no hay resultados florecen los agravios. Aquí cada cual tiene los suyos: lo de Fonte roza ya el maltrato psicológico, a Zarzo lo han limpiado sin aparente motivo, Nico pena condenado a la intrascendencia en un costado... La demanda para ser justa debe ser acorde a la responsabilidad. Frank recibió este verano un regalo envenenado, el de construir su propio vestuario. Ahora se rasga en las aristas: cada fallito de Zagalá se convierte en fallazo porque la sombra de Álvaro es alargada, cada brindis al sol de William evoca al gol de Meseguer en Pamesa y cada vez que a Juanjo se le saltan las costuras en el lateral, claramente fuera de sitio, y se esfuman puntos, uno se pregunta por qué no hay recambio de Ferreres en la plantilla. Pronto vuelve Ferreres y quizá alguno más: entonces veremos si Frank cuenta razones o excusas.

Se está ensuciando la rutina. La euforia feliz del verano queda lejísimos. A ratos los diez mil abonados pesan incluso más en su exigencia colateral que en el alivio económico. Hay cosas en el Castellón contra las que no se pueden luchar: cuando somos pocos es que somos pocos y cuando somos muchos es que somos muchos. Hay falacias instaladas en el imaginario colectivo que se transmiten de generación en generación y que no se borran por mucho que se corrijan: Manu es Busto y no Bustos, Fernando no metió ningún gol en aquella promoción contra el Sestao y en Segunda B casi nunca había diez mil espectadores. Ahora está en el aire otra gran posverdad: las instituciones y las grandes empresas no apoyan al Castellón porque está David Cruz, ese villano de película. Ojalá, aunque solo sea por quitarnos las dudas, los del palco exhiban el músculo y la maniobra necesarias para tomar de veras la propiedad accionarial. Entonces veremos si Cruz ha sido todo este tiempo, o no, una excusa.

Son tiempos convulsos pero hay que mantener la calma. Que la situación no nos aparte del verdadero objetivo de la temporada: campeonar, que nos toque el Don Benito en play-off y cantar «Hola, Don Benito».