Ante la necesidad, priman los resultados. La versión más currante del Villarreal sumó un triunfo que permite alejar las dudas. La racha de cuatro partidos sin ganar en Liga se cerró con una victoria a la que van asociadas las palabras sacrificio, trabajo, equilibrio y seguridad defensiva. Fornals abrió la lata y el trabajo en la retaguardia, que secó la producción ofensiva del Celta, permitió mantener la sexta plaza, tomar aire, y quedarse a cinco puntos del Sevilla. Ahora toca cerrar el año con la visita al Valencia de Marcelino con la obligación de mantener la dinámica positiva.

De tan parecidos que son Celta y Villarreal, ayer dio la impresión en muchos tramos del primer tiempo que ambos conjuntos se miraban en un espejo. El mimo del balón y el juego combinativo fueron la prioridad entre unos rivales que arrancaron el enfrentamiento con numerosas precauciones. Era como si supieran dónde podía hacerle daño esa especie de hermano gemelo que tenían enfrente.

En el caso de los amarillos, Calleja reformuló su sistema en una especie de 4-2-3-1, donde Fornals, un mediapunta muy avanzado, era la pareja de baile de Bacca en la delantera. De hecho, el castellonense se convirtió en un falso nueve que se aprovechaba de las caídas a banda izquierda del colombiano. El tanto que inauguró el marcador llegó gracias a esta fórmula. Bacca se aventuró por la banda izquierda y se deshizo de la marca de Wass. Diablo viejo en el área, el delantero leyó a la perfección la llegada de Fornals que se plantó solo en el punto de penalti. El castellonense remató el centro en plancha a la izquierda de Rubén para poner el 0-1 en el 34.

Con esta diana, el Villarreal certificaba la superioridad que había alimentado con el paso de los minutos. Los amarillos daban la impresión de haber encontrado la manija, sobre todo gracias a la labor de contención de Rodrigo y a la creatividad de Trigueros. Aunque, más allá del gol, las ocasiones se echaban a faltar. Los amarillos se acercaron al tanto ya en el minuto 9 con una jugada ensayada en un saque de esquina. Bacca la culminó con un disparo que despejó Maxi Gómez. Además, la presión de los de la Plana permitió, en el 32, a Fornals robar el balón a Jonny, tras un resbalón del gallego. Cedió al punto de penalti y, desde allí, Trigueros ensayó un disparo ajustado al palo izquierdo que rechazó Rubén Blanco.

Del lado contrario, los celestes no hallaban la ruta para acercarse a Asenjo. Pero la calidad sobrevive. Así lo evidenció Jozabed, con un disparo dentro del área a la media vuelta, que Asenjo despejó en el minuto 17. En la recta final del primer tiempo, Maxi Gómez obligó a Asenjo a intervenir, tras centro de Wass.

Consciente del preciado botín que atesoraba y de la racha de tres derrotas consecutivas, Javi Calleja apostó por fortalecer el carácter defensivo del Villarreal en la segunda mitad. Por lógica y por necesidad, el Celta debía apretar, y por eso el equipo amarillo puso especial énfasis en el trabajo en la retaguardia, en el equilibrio y la seriedad para evitar una nueva remontada.

Aguantó bien el equipo durante los primeros 25 minutos. Le entregó el esférico a los celestes que, a pesar de la entrada de Emre Mor, no eran capaces de superar la muralla de la zaga amarilla. Además, con un Pione Sisto negado, el peligro de los vigueses quedaba reducido.

Se marchó el danés en el minuto 73, y fue entonces cuando más apretó el Celta. Emre Mor cayó a la izquierda, y fue el turco con una penetración por esa banda el que tuvo la más clara para igualar. Su disparo lo tocó con el tacón Asenjo y se estrelló en el palo. Era el minuto 74, y dos más tarde de nuevo penetró en el área y le rompió la cintura a Mario. Pero ya sin fuelle, se estrelló contra Álvaro.

El último tramo dejó a Bacca fuera de juego. Era el último apunte de un duelo no demasiado brillante, pero que permite a los amarillos reafirmar su confianza y proteger la sexta plaza de la tabla.