Hubo un tiempo en el que Tavernes Blanques tenía en su pequeño término municipal tres fábricas de gaseosa que daban de beber a casi toda Valencia: EKO, El Siglo y La Casera. Las dos primeras provenían de una misma empresa familiar, La Huertana, que llegó a fabricar su propia cerveza. La tercera se instaló en las antiguas cocheras del tranvía en Tavernes tras unirse la conocida marca con La Flor de Valencia.

EKO hace tiempo que dejó de existir y El Siglo ahora forma parte de una compañía de bebidas gallega. La Casera sigue presente en muchas mesas del país, pero ya no tiene nada que ver con Tavernes. De aquel pasado «gaseoso» quedan las parcelas de las antiguas fábricas, destinadas a nuevos desarrollos urbanísticos que han quedado parados por la crisis, y el recuerdo de trabajadores y familias que estuvieron detrás de aquellos negocios.

Hay un apellido fundamental para explicar la relación de Tavernes con el mundo de las bebidas carbonatadas: el de los hermanos Montañana. Eran tres —José, Vicente y Juan—, provenían de Almàssera y en la década de los 50 montaron La Huertana.

El actual boom del localismo cervecero, con un buen puñado de maltas valencianas más o menos artesanales y ecológicas, tiene un claro antecedente en aquellas décadas en la que convivieron marcas como El Túria, Trinkal, Oro, Norte o El Ciervo, estas tres últimas elaboradas en la misma fábrica del Puig. La Huertana, de Tavernes, era una de las más conocidas, hasta que los hermanos Montañana vendieron la licencia a El Águila para que la firma madrileña abriera mercado en Valencia mientras que la producción se trasladaba a Alicante para elaborar El Nebli.

Con la venta de La Huertana, los hermanos se separaron. Vicente montó una empresa en Burjassot, Juan creó la fábrica de gaseosa EKO y José —que también llegó a ser alcalde de Tavernes— se quedó en la parcela de la cervecera y fundó El Siglo, con su recordado Papa Noel como logotipo de la empresa.

EKO empezó con las limonadas aunque con el tiempo se especializó en el mundo del frio industrial, vendiendo barras de hielo y fruta helada. Por su parte, El Siglo llegó a contar en su mejor época con 85 empleados y abrió sucursales en Andalucía y Aragón. «El Siglo tuvo mucha importancia para el crecimiento de Tavernes, ya que la marca se identificaba con el pueblo al igual que otras fábricas de renombre como las figuras de Lladró», declaraba un responsable de la actual distribuidora de bebidas que lleva el nombre de la firma.

Además de por la gaseosa, El Siglo se hizo conocida por los «Siglitos» y por la zarzaparrilla, que dejó de fabricarse cuando la UE quitó de la lista de productos permitidos uno de sus ingredientes. Fabricó además como marca blanca de Mercadona, firma originaria también de Tavernes, y se adentró en el mundo de las bebidas no carbónicas de sabores como la piña o la fresa. A principios de los 90 la empresa fue adquirida en pública subasta pero cerró poco después.

A principios de los años 60, a EKO y El Siglo se les unió Carbónicas Valencianas, tras la que estaba Flor de Valencia, de la familia Zapater y originaria del Cabanyal, y La Casera, que fue la que acabó distribuyéndose desde allí. Emilio Carcelén trabajaba en aquella empresa y recuerda como en 1967, cuando le contrataron, la elaboración de esta limonada no era muy diferente a la de la competencia local. «El agua la sacábamos de un pozo que teníamos allí mismo. Se le añadía el ciclomato y el jarabe y se mezclaba con ácido carbónico. La maquinaria al principio era de cobre, pero después se modernizó y se hizo todo con acero inoxidable».

Según Carcelén, de las tres fábricas la que más empleados tuvo fue La Casera —«tenía unos 60 camiones para distribuir y en verano podía llegar hasta los 200 operarios»—, pero reconoce que la limonada y naranjada de El Siglo estaban más ricas. Quizá era una cuestión de amor, ya que la que acabó siendo su mujer trabajaba en la competencia.