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El presidente de la Generalitat y del PPCV tenía miedo escénico al comité regional convocado el martes para juzgar a Ricardo Costa. Cualquiera -llámese Juan Costa o el incombustible José Joaquín Ripoll- podría haber hecho la pregunta: "¿Por qué ha de irse Costa y no tú mismo?". A estas alturas son muchos los que piensan que Costa ha caído por ética y estética, dos conceptos que suelen ir ligados, y porque mejor ofrecer a Madrid un sacrificado de fuera del entorno de Presidencia (donde viven Rambla o Cotino), que de más cerca.

El protagonista de una de las muertes políticas más angustiosas que se recuerdan -digna de unos de esos finales infinitos de Hollywood-pidió perdón, por así decirlo, por tener gustos pijos y especialmente en tiempos de pan y cebolla para buena parte de los 4,5 millones de parados en España, de los que casi 500.000 son valencianos. Por comprarse un coche Infiniti de 65.000 euros. Costa hizo autocrítica, tras jurar que pagó el capricho de su bolsillo. Pero su imagen pública quedó muy erosionada con las conversaciones en las que Álvaro Pérez, comercial de la trama en Valencia, y el dos de la organización, Pablo Crespo, hablaban de que sólo faltaba que Costa eligiera el color del coche. En otra grabación celebraban no haber hecho finalmente las gestiones. Políticamente, ya casi daba igual.

Loewe para todos

Costa también apareció en las conversaciones como receptor del regalo de un reloj exclusivo valorado en 20.000 euros. El ex alcalde de Alicante Luis Díaz Alperi hizo el presente para celebrar la Volvo Ocean Race. Alperi explicó que el peluco le costó 6.000 euros y lo pagó él. El capítulo de regalos o de conatos de obsequio se cierra con una maleta de Loewe de 1.130 euros, que habría recibido costa con cargo a la caja B de Orange en Navidad. Todo ello sin contar los 7.325 euros en ropa que le pagaron empresas de la trama, según Garzón y la Fiscalía. Él lo negó y los tres magistrados de la Sala de lo Civil y Penal del TSJ valenciano acordaron por unanimidad archivarle la causa del cohecho impropio.

En el caso de Camps, el sobreseimiento fue por mayoría de dos a uno. Juan Montero no lo vio claro. A Camps se le acusó de recibir 12.783 euros en trajes. Su mujer Isabel Bas, un bolso de Loewe de 750 y los hijos, un robot Aibo y una maleta, valorados en 2.400. En la grabaciones del sumario del TSJ de Madrid, Camps (presidente de la Generalitat que adjudicó 8,2 millones de euros a Orange Market y más de 937 a las constructoras que supuestamente financiaron al PP) aparece en conversaciones de los cabecillas como persona que apadrina la negociación de Álvaro Pérez, con viaje a Houston incluido, para traer los Grammy Latinos a Valencia. En uno de los diálogos más comprometedores, El Bigotes explica a Crespo que había ido con Juan Sanz (interiorista de cabecera de Orange Market) a la "farma" de la mujer de Camps (la "dama") a estudiar el diseño definitivo.

Presuntos tratos de favor aparte, la principal acusación de la policía judicial a Costa es la de acordar con El Bigotes extras de los actos del PP valenciano, que se pagaban en negro. La caja B de Orange Market ingresó entre 2005 y 2009 nada menos que 2.856.000 euros, de los que la firma valenciana exportó a Madrid 2.594.400 euros, según la policía. Ricardo Costa era el secretario general del PP desde junio de 2007 y antes fue vicesecretario. El presidente del partido en todo ese tiempo se llama Francisco Camps Ortiz, el mismo que, en su etapa de secretario de Estado, conoció a los hombres de Special Events, que dirigía Correa, incluido El Bigotes. Y los trajo a Valencia. El mismo Camps que en el congreso de 2002 entró de secretario general. Por ese acto, el PP pagó 150.000 euros en negro. Luego salieron 420.000 hacia el PP de Valencia desde la caja B de Gürtel. No se sabe hacia qué bolsillo.