?Querida niña: la vida te ha arrebatado el futuro sin piedad, como a las grandes heroínas del tiempo, defendiendo luchas sin armas, sólo con el alma, que no se sabe si está en el cerebro o en el estómago. Yo afirmo rotundamente que existen idealistas que sufren pena por los más débiles independientemente de cualquier ideología política o religión.

Seguro que en algún momento de tu corta vida nos habremos cruzado en tu pequeño pueblo, Navarrés, en la calle de la Iglesia, en los Chorradores, en Río Grande, en Playamonte o simplemente en un restaurante. Soy incapaz de comprender, no puedo imaginar el vacío que has dejado, sobretodo en tu madre, María José: eres lo que yo siempre he querido ser, pero la cobardía y el miedo a lo desconocido no dejó desarrollarme como persona. Las trincheras muchas veces no son lo suficientemente profundas para esquivar a los jinetes del apocalipsis, crueles y desalmados; pero que forman parte de nosotros mismos.

Tus padres deben sentirse muy orgullosos de ti, aunque el dolor ha deshecho lo más profundo de su ser. Tus gentes, las del pueblo que te vieron nacer cuidarán con anhelo de los tuyos porque son personas admirables. Por mi parte, quiero que sepas, que siempre que vaya a Navarrés, mi segunda residencia, en tu pequeño cementerio, que por desgracia no es la primera vez que visito, tendrás en tu cálida losa una rosa blanca, símbolo de pureza y paz. Te lo prometo cariño.