Desde anteayer, sábado, Valencia y Madrid están más cerca. El ansiado AVE (Tren de Alta Velocidad) une ambas ciudades en prácticamente hora y media, logro deseado hace mucho tiempo, pues en el último medio siglo hemos conocido que ese trayecto —por Cuenca o por Albacete, con frecuentes trasbordos en La Encina— costaba frecuentemente más de diez horas; y si íbamos por carretera, en Auto Res o coches particulares —entonces, aún escasos— no bajaba de las ocho horas, dado que se cruzaba numerosos pueblos y las cuestas de Contreras, que obligaban a la lentitud.

En España ya existía actualmente el AVE desde la capital a otras dos comunidades, y ahora ha correspondido a Valencia, de manera que para una gestión rápida se podrá desayunar y comer en casa y, entre los dos refrigerios, hacer el trayecto en ambos sentidos, realizar unas visitas y regresar.

Hace más de un cuarto de siglo, Francia ya impuso la alta velocidad bajo las siglas TGV, que se referían a Train Grande Vitesse, o Turbine Grande Vitesse, o incluso llegó llamarse Très Grande Vietesse, y que se inauguró ya en el año 1981. El primer trayecto en el país vecino fue el de la capital hasta Lyon, y nos comentaba en aquella ocasión un colega de Dijon que algunas empresas importantes que trasladaron profesionalmente a altos directivos a París decidieron aprovechar el nuevo ferrocarril porque se evitaban la búsqueda de una cara vivienda en la capital, al tiempo que no habían de llevarse a la familia; de manera que el destinado a la Ville Lumière salía de la capital de la Borgoña a las seis de la mañana, a las siete estaba cerca de Pigalle y a las seis de la tarde se reunía nuevamente con su familia.

Este ferrocarril francés, cuyo estudio había comenzado veinte años antes, arrancó con una velocidad de 320 kilómetros a la hora, aunque a los diez años de funcionamiento ya se experimentó con marchas que alcanzaron los 500 kilómetros en recorrido hasta Estrasburgo, ya casi con la frontera de Alemania.

La experiencia de la SNCF (Socièté Nationale des Chemins de Fer) se había inspirado en otra anterior llevada a cabo en Japón; y de la primera línea con Lyon se pasó a otras muchas con la casi totalidad del país, habiéndose creado también unos trenes especiales para el transporte postal, con lo que el servicio de correo ha mejorado allí considerablemente.

También ha buscado Francia su conexión con otras naciones vecinas, y confiemos que España, que ya está en ese avance, pronto enlace con el resto de Europa por la vía rápida.

Sin lugar a dudas, este nuevo servicio afectará en lo sucesivo a otros medios de transporte entre Madrid y Valencia, pues resulta más rápido que el avión, ya que no hay el desplazamiento a los aeropuertos así como los trámites de embarque en cada estación aérea. En París, el TGV nos deja a un paso de Notre Dame, mientras que del aeropuerto de Orly —bueno, de Charles de Gaulle— hay que tomar el metro o un taxi; aquí, en Valencia y en Madrid, se baja del tren en Atocha o en la calle de San Vicente, y no hay que cubrir el trayecto con Barajas o con Manises. ¡Bienvenido sea!