En Viernes de Dolores y en el campus universitario de Sant Vicent del Raspeig, los socialistas valencianos iniciaron con hora y media de retraso su enésimo viacrucis congresual fieles a la tradición de apurar los plazos en las negociaciones para no privar a los delegados del espectáculo. Tres años, seis meses y siete días después del congreso de 2008, el líder del PSPV, Jorge Alarte, se encontró de nuevo con que Francesc Romeu ha cerrado un pacto con el alcalde de Morella, Ximo Puig. Pero, a diferencia de aquel cónclave, el acuerdo que se selló el jueves y esta madrugada se estaba rematando, se presume bastante más nocivo para la salud política de Alarte. Porque esta vez, los sectores que lideran Leire Pajín y los delegados ciscaristas están también con Puig, a diferencia de entonces. El secretario general está contra las cuerdas, aunque a medianoche ya tenía avales para registrar su candidatura. Se negó a retirarse como le pedían Ferraz y Puig. Salvo sorpresas, hoy se revalidará el duelo Alarte-Puig. Una foto fija del congreso de 2008.

Ni el alcalde de Morella ni su entorno han querido esta vez publicitar con una foto su acuerdo con Romeu. Para evitar alterar sensibilidades que pudieran provocar fugas. Para no abonar el espacio para que Alarte o el propio Manolo Mata, el cuarto en discordia, levantaran la bandera frente a lo que calificaban de «componendas». Puig y Romeu tampoco querían despertar un fantasma que mueve más votos en el PSPV que los cuatro aspirantes juntos: la idea de que Ferraz tutela un proceso. Con mucha discreción, una vez comprobado que el pacto que lidera Puig partía con una posición de fuerza, hasta el propio Alfredo Pérez Rubalcaba intentó convencer a Alarte de que se sumara a un gran acuerdo.

Tensa reunión en el Paraninfo

La entente del de Morella con Romeu está hecha desde el jueves. «Es un preacuerdo, un compromiso de negociación aunque Romeu consiga los avales», indicaba un colaborador de Puig. En esta candidatura se veían ganadores al entrar en el congreso (calculaban entre 260 y 270 sus delegados) y anoche estaban henchidos de moral: «Podemos estar por encima de los 320 delegados si Alarte se presenta».

Al trato de Romeu con Puig sólo faltaba ponerle el precio. El excolaborador de José Blanco llegó a pedir una ejecutiva casi a medias, opción rechazada de plano por Puig. Finalmente, Romeu podría convertirse, si la alianza no se quiebra a última hora y gana, en portavoz de la ejecutiva, según diversas fuentes. Un cargo que le daría proyección con vistas a poder optar a primarias en 2014. Es su propósito.

Desde el alartismo, para no desalentar a la tropa, no abandonaban la lucha por revertir la situación. Y creían en poder romper esa alianza. Ya se sabe que en el PSPV los compromisos se sellan con sangre y se borran con saliva. Pero la cara de Jorge Alarte a su llegada al congreso, acompañado solamente por Carmen Martínez y algún colaborador, era como ver pasear un documento titulado «sentencia de muerte» con las firmas de Puig, Pajín, Romeu y Ciscar estampadas. Cuando tropezó con Romeu, Alarte lo invitó a retirarse, en una de esas bromas con mensaje. Y Romeu le correspondió solicitándole ser el cabeza de lista.

Cinco minutos después, entraron Puig, Leire Pajín, Ana Barceló e Ignasi Pla, entre otros. Venían de la última reunión con sus huestes, en la Facultad de Económicas. Unos metros más allá, los delegados de Romeu mantenían la tensión en un encuentro celebrado debajo de un pino. Cuando todos llegaron al Paraninfo allí les esperaban los enviados especiales de Ferraz: la vicesecretaria general, Elena Valenciano, y el secretario de organización, Óscar López. Ambos se encerraron con Alarte (en presencia de Ángel Luna y Carmen Martínez, entre otros) para pedirle que se integrara y evitará así salir derrotado. Pero Alarte se enrocó. Y seguía en esa posición cuando, al cierre de esta edición, se reunía de nuevo con López. Alarte dejó claro que estaba dispuesto a «morir matando», en palabras de uno de sus afines. Los dirigentes del PSOE llegaron a pedir al secretario general que se abstuviera de pronunciar un discurso incendiario en la gestión, que agitara más aún las ya de por sí revueltas aguas del PSPV.

En su discurso ante el plenario para defender su gestión, el secretario general insistió en su línea de mancomunar responsabilidades en la crisis del PSPV, airear los logros en materia de lucha contra la corrupción, en la articulación de un discurso autónomo de defensa de los intereses valencianos y en la formulación de una propuesta contra la crisis. Lo cual no evitó que hubiera 51 intervenciones en el debate de la gestión, buena parte de ellas críticas, y que desbordaron las previsiones horarias. El sentido común auguraba un caos de organización y se cumplió el vaticinio.

La debilidad de Alarte se evidenció desde primera hora. Renunció a luchar por la Mesa para que no se retratara su anemia. La Mesa, en la que Alarte tenía un miembro de cinco, cambió el orden del día para evitar que el secretario general recogiera avales antes del previsible revés.

Desde las filas de Puig indicaron que en el encuentro de delegados no hubo consigna de votar no. Se pidió que cada uno votará lo mismo que sus agrupaciones. El 75% de las asambleas tumbaron la gestión. El plazo de recogida de las 106 firmas necesarias para ser candidato tenía como tope las 2 de la madrugada, en vez de a las 18 horas. De paso, la coalición liderada por Puig ganaba tiempo para que las circunstancias y las presiones abocaran al secretario general a retirarse. Manolo Mata rezó por esa retirada, con el ánimo de pescar avales en el alartismo. Algunos se planteaban esa opción como improvisado «plan B» en caso de renunciar el secretario general. Pero Alarte decidió seguir.

«Ganará el socialismo optimista»

Y en estas circunstancias, Elena Valenciano expresó su convicción de que los «socialistas optimistas ganaremos a los pesimistas». «Tenéis que salir del congreso fuertes y unidos», fue una proclama que sonó a orden en boca de quien dijo que deseaba un «excelente congreso». «Y espero excelentes noticias», frase que ya sonó entre advertencia y amaneza. «Quiero que sea un congreso decisivo, que haya un antes y un después, un congreso que marque una inflexión definitiva», agregó. Porque si se hacen las cosas «bien, es posible que estemos en condiciones de gobernar aquí».

La número dos del PSOE quiso verbalizar públicamente lo que Rubalcaba trasladó a Alarte y Puig en privado, cuando entonó el «mea culpa» de Ferraz por el ninguneo que históricamente ha dado al PSPV y en cierto modo a la Comunitat Valenciana. «Se podría haber hecho más y me comprometo a tener a la Comunitat Valenciana como prioridad en nuestra brújula. Me comprometo porque no siempre ha sido así», confesó para arrancar una ovación cerrada. Como si quisiera lavar la mala conciencia por haber conminado a Alarte a la retirada, Valenciano concedió que en el PSPV «habéis trabajado bien. Los resultados electorales no hacen mérito a lo hecho en las Corts y en ayuntamientos».