Eduardo Martí acaba de cumplir 40 años en el campo. Comenzó con 21 y el mes pasado sopló 61 velas. Este agricultor de Benifaió conoce como pocos la terreta y hoy pone cara al desastroso balance final de campaña citrícola del que la Unió de Llauradors informó la semana pasada por los bajos precios y las heladas.

Él mismo vendió las clemenules a 400 pesetas la arroba "en el peor año de mi vida, una ruina", dice. Recuerda que la satsuma se pagaba a 700 pesetas la arroba en los años 80 y que ahora no supera las 300. "No puede ser que el labrador aún cobre en pesetas y sin IVA y los gastos los pague en euros. El abono se ha multiplicado por diez, antes una pulverizada era suficiente y ahora el tanque no sale del campo". Para rematarlo, el IVA ha pasado del 8 al 12 por ciento.

Pero esta no es una crónica de lamentos. Martí y su hijo, Eduardo, representan la supervivencia de un modelo de vida vigente durante siglos en la Ribera y que se resiste a desaparecer. Aquel en el que una generación tras otra vivía dignamente del trabajo en el campo y la venta de las cosechas.

Para sobrevivir en un mundo ahora dominado por el comercio y la gran superficie han tenido que imponer a su trabajo una mentalidad empresarial, que, de momento, ha garantizado el relevo generacional y que busca la competitividad para evitar el declive. "Se puede vivir del campo, pero cuesta. Cambiar dinero no es negocio. Yo le dije a mi hijo que si quería dedicarse al campo tenía que ser con mentalidad empresarial porque para ir a jornal vale cualquiera y hay demasiados".

"Trabajo para ganar dinero"

La decisión de su hijo fue vocacional. Se preparó durante años y aún hoy no se pierde un cursillo: "Voy a todo lo que sale, hay que estar en continua reconversión", reflexiona, mientras explica la preparación del goteo "el mejor invento en décadas". "Si no evolucionas te estancas y yo no trabajo para salvar a la humanidad sino para ganar dinero, aunque sea políticamente incorrecto. Hay que saber reinvertir y si una variedad no es rentable, fuera. No tenerla ahí esperando que el año que viene será mejor", lanza Martí padre. Su hijo recuerda que cuando decidió dedicarse al campo "todos los demás querían ir al polígono de Ford o a la construcción. Les daban 1.500 euros y el banco el préstamo del coche y el fin de semana de fiestaÉ y ahora buscan trabajo en el campo", dice.

"El comercio aprieta"

Varias veces se han quedado con la fruta colgada porque el comercio aprieta. "Antes la tiro al suelo que alguien se come una naranja mía sin pagar. Me niego a que alguien se lleve la cosecha diciéndome que la naranja no tiene precio. No puede ser que quede para todos, menos para el productor. ¿Hay alguien que dé gratis lo que cuesta de producir? Si todos se hubieran plantado cuando había que hacerlo esto no hubiera pasado", protesta.

En la actualidad disponen de 160 hanegadas, ni un palmo de tierra abandonada y el 30% en continua reconversión. Cuando Martí hijo decidió dedicarse al campo pactaron ir medias. Y la motivación de ambos se disparó. "Mi padre con siete hanegadas ya trabajaba para él", rememora. "Pero si heredas a los 60, no vas a dar las tierras a los 61; ese es el problema", analiza.

"Hace dos años arrancamos 20 hanegadas de caqui temprano. Se ganaba dinero, pero comenzaron a ponerlo en cámara y nos reventaron la idea. Pues fuera. Hemos plantado okitsu y nos dicen que estamos locos. Cada dos años arrancamos algún campo. Si una variedad está caduca hay que cambiarla, es como la lavadora". "Trabajar como lo hacían los árabes es condenarse, como ir a pie y el resto en coche. Hay quien aún riega a manta, la clave es la modernización", afirman.

A contracorriente

"La naranja no se va acabar", señalan. "La clementina sobrevivirá porque en ningún lugar del mundo la hacen como aquí". Aseguran que el comercio maneja el mercado "y es la ruina del agricultor; las cooperativas hoy son el problema, son el muro de contención del agricultor. Hay variedades que dan mucho dinero y las produce el IVIA con el dinero de todos los valencianos para dos o tres comercios que tienen todos los derechos".