Los daños provocados por la fauna salvaje en la agricultura valenciana ascendieron a 20 millones de euros en el último año, según aseguró ayer el Secretario General de la Unió de Llauradors Ramón Mampel.

La Unió de Llauradors denunció que la comisión de seguimiento para controlar la población de fauna salvaje, aprobada por unanimidad en una resolución de les Corts el 5 de diciembre de 2012, sigue sin constituirse a pesar del aumento de los daños en la agricultura causado por las diversas especies.

La comisión, según el acuerdo parlamentario aprobado por unanimidad, debería estar compuesta por la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, la Delegación del Gobierno, la Federación de Caza y las organizaciones profesionales agrarias mayoritarias. Su creación, añade, es «urgente» debido a que las medidas para controlar la población de fauna salvaje «no han sido efectivas».

Cada vez más daños

Según Ramón Mampel la fauna es cada vez «más salvaje y provoca cada vez mas daños».

Mampel no cree que la plaga de conejos esté en descenso debido a un rebrote de la hemorragia vírica. «Vamos a esperar a la primavera y veremos qué ocurre», sostiene.

Las medidas adoptadas: vallados, petardos en las madrigueras, trampas, cacerías, etc., «no han servido de nada», añade. Ni siquiera los permisos para cazar todo el año. «Hay cotos de caza que no dejan entrar las escopetas y hay cazadores, me consta, que han llegado a abatir 1.000 conejos en un año, pero los conejos siguen ahí y lo roen todo. Es un caso claro en el que hay que sentarse, hablar y adoptar medidas racionales», añadió.

Sobre el jabalí y la cabra montés, la situación no es mucho mejor: el jabalí está ya a la puerta de las grandes ciudades, «hay síntomas evidentes de superpoblación y los daños son cada vez mas relevantes», relata Mampel.

En los últimos meses ha cogido fuerza una nueva modalidad de daño que provoca destrozos en los muros de piedra. «Al parecer les gusta alimentarse de caracoles y los buscan en estos refugios, especialmente en los de piedra seca, echándolos abajo», añade el secretario general. Además del coste de la reparación, el suelo se queda desprotegido y aumenta la erosión».

Respecto a las cabras, estas han bajado prácticamente a nivel del mar desde sus hábitats de montaña. «Se suben a los árboles, tronchan las ramas y no dejan nada», concluyó.