«¡Menos fotos y más limpiar el monte, que luego mira lo que pasa!», afeaba un joven, con los pantalones empapados tras haber estado luchando contra el fuego justo frente a su casa, al conseller de Gobernación, Serafín Castellano, a su llegada al puesto de control del incendio de Manises. El grito indignado de este joven representa a la perfección la resignación que cundía ayer entre los vecinos del Barranc Fondo y de la Presa que esperaban para volver a sus casas tras declararse el incendio.

«Mis padres siguen allí dentro, no los han podido sacar», explicaba un hombre, que observaba cómo los helicópteros y las avionetas sobrevolaban la zona. «Mira, esa descarga en mi casa», decía otra mujer, angustiada. Algunos de ellos pegaban patadas enfadados al suelo. «¿Ves esto?», decían apuntando a plantas totalmente secas que crujían bajo sus botas, «pues eso es lo que hay ahí dentro. Y al final, pues pasa lo que pasa».

«Hemos llamado varias veces para que vengan a limpiar, pero no hacen ni caso», decía otra mujer, visiblemente cabreada. «A mí me ha dicho mi inquilino que se me ha quemado parte del huerto y las vallas, aunque espero que las llamas no hayan llegado a casa», decía Marisa Valero. A su lado, una pareja esperaba para volver a su casa y comprobar si sus olivos habían ardido pasto del fuego incontrolado.

En todos ellos reinaba la resignación. Esperaban que pasara. Mejor dicho, temían que pasara. Tras un otoño muy seco, las altas temperaturas han convertido las zonas boscosas de la C. Valenciana en almacenes de yesca dispuesta a arder.