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Congreso

"Las mascotas, como pasó con los esclavos, han de dejar de ser 'propiedad' de nadie"

El catedrático Javier de Lucas defiende el derecho moral de los animales en un congreso sobre su protección

"Las mascotas, como pasó con los esclavos, han de dejar de ser 'propiedad' de nadie"

La pregunta no es si los animales tienen derechos, sino cuándo se les reconocerán de forma integral. Cuándo tendrán por ley el derecho moral básico común a todos los seres sintientes: el derecho a no ser tratado ni utilizado como un bien, como un objeto, como un medio, como una herramienta. En definitiva, el derecho a no ser considerado un «objeto de propiedad» del ser humano. Eso llegará, opina Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universitat de València. «Del mismo modo que los esclavos fueron propiedad de los hombres durante 25 siglos; igual que las mujeres eran propiedad de sus maridos, que las podían maltratar o abusar de ellas; o de la misma forma que hasta hace algunas décadas los niños eran propiedad de sus padres, con los animales domésticos pasará lo mismo: han de dejar de ser 'propiedad' de nadie, un objeto del que pueda disponerse para su uso, disfrute y abuso sin la obligación de proteger sus derechos. No, se tiene responsabilidad sobre ellos, no propiedad». Así lo reivindicó ayer De Lucas en el inicio de las Jornades sobre Drets dels Animals, en las que trece expertos dialogan durante dos días sobre la materia, invitados por el Institut de Drets Humans de la Universitat de València y bajo el título Drets dels animals i drets humans: mateix combat?

De Lucas aclara que humanos y animales «no tienen los mismos derechos». Pero añade que todos los seres que experimentan emociones, dolor, sufrimiento, alegría y placer deben quedar amparados bajo el reconocimiento y la garantía de tres derechos fundamentales: el derecho a la vida; a la protección de la libertad individual; y a la integridad física, lo que supone la prohibición de tortura o de infligir daño intenso inmerecido. «Los animales poseen el derecho moral a que sus intereses primarios se antepongan a nuestros intereses secundarios», apela el catedrático, fundador y actual miembro del Institut de Drets Humans.

Conejos vs. cosméticos

Lo desgrana con dos ejemplos. Primero: «El interés de los conejos de que no les revienten los ojos para experimentar en ellos productos cosméticos es un interés primario, vital para ellos, y, por tanto, está antepuesto al interés secundario del ser humano a usar cremas resultantes de un inmenso dolor para tener un cutis más radiante».

Segundo: «Es un interés primario para el toro el que no se le torture hasta morir, para que otros deriven de su lidia una supuesta satisfacción o 'emoción estética'. El interés del taurino es secundario, supeditado al interés primario del toro», arguye. Vinculado a las tradiciones esgrimidas como justificación de prácticas dañinas para los animales, Javier de Lucas añade un corolario. «No se puede justificar la tauromaquia por su vertiente artística. ¡También la guerra es una fuente de arte que ha generado poesía, música o cine,y nadie dice que la guerra es una tradición que cabe mantener!».

¿Y la industria alimentaria?

De Lucas, que ayer participó en un diálogo con Leonardo Anselmi Raffaeli, director de la Fundación Franz Weber para el sur de Europa y Latinoamérica y portavoz de la plataforma Prou que en 2010 consiguió la abolición de las corridas de toros en Cataluña, subraya otros aspectos que se debaten en esta jornada. Por ejemplo, y más allá de las mascotas o de los animales utilizados en espectáculos para el deleite humano, qué pasa con la industria alimentaria. Dos posiciones se enfrentaron. Por un lado, la más radical: quienes abogan por un cambio cultural que transforme el sistema productivo y tienda al vegetarianismo. Por otro lado, quienes piden incrementar la regulación para evitar al máximo el sufrimiento de los animales en el proceso de cría, transporte y sacrificio en el matadero.

Javier de Lucas resume que, «después de una primera fase en la que considerábamos propiedad a los animales, estamos en una segunda en la que somos conscientes de nuestros deberes. Pero falta llegar al tercer estadio: sus intereses son derechos cuya protección se ha de imponer por encima de la voluntad de cada cual». Dijo Gandhi que una sociedad se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales. De Lucas agrega que, regulando los derechos de los animales, los humanos también ganan: «La compasión enriquece nuestra sensibilidad moral».

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