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Entrevista | Clotilde Veniel

"El egoísmo es lo más feo y triste que hay"

Esta mujer centenaria, que aún visita enfermos para animarlos, ha sido pastora, agricultora y, como sirvienta, cuidó de niña a la duquesa de Alba

"El egoísmo es lo más feo y triste que hay"

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Tiene 102 años. ¿No se cansa de ayudar en Cáritas?

¡Al contrario! Esto me encanta. Ahora, con estos fríos, no voy muy lejos. Pero sigo visitando a las personas mayores de cerca de mi casa que no se encuentran muy bien.

¿Y qué les hace?

Si se quejan por estar malos, les digo: «¿Tú que vas a estar malo? No hombre, no. No pasa nada». Siempre los animo. Les cuento cosas, les cuento chistes, les recito poesías antiguas€ A una vecina de aquí, que no se ve, le hablo de cuando teníamos los novios. ¡Así disfruta ella!

¿Cada cuánto visita enfermos?

Cuando hace buen tiempo, cada día. Tengo dos que no se ven mucho, otra que le dio una embolia, uno que está muy constipado€

¿Y va andando o la llevan en coche?

¿Qué coche? ¡Aquí no necesitamos coche! Yo voy con mi garrote. Las piernas me van bien. Lo que me va peor son las manos. Aunque todavía hago peúcos y alguna tontería de labor.

Usted fue pastora de pequeña.

¡Ay, ay, ay, mi vida de pastora! Pastora y de todo. Yo nada más quería ir al colegio. Pero éramos siete hermanos y mi padre tenía carnicería. Yo era la del medio. Y siempre me tocaba a mí. Y yo, a llorar, porque yo quería ir a la escuela.

¿Y qué hacía de pastora?

Mi padre ya tenía un pastor para guardar las cabras. Pero a veces yo tenía que ir para vigilar que no se comieran algunos árboles. Allí sentada me quedaba, desde las cuatro de la mañana y con una manta encima para el frío. ¡Ay, cuántas cosas hemos pasado!

¿Qué más trabajos ha hecho?

¡Uy! Muchísimos trabajos. He ido al campo, a coger algarrobas, a las olivas€ Luego fui a la vendimia.

¿A Francia? ¡Menudo cambio!

¡Ay madre mía Francia! Francia no me gustaba nada.

¿Por qué?

Porque no nos entendíamos.

Hablaban más raro que en la Canal, ¿no?

(Risas) ¡Allí hablan mucho peor!

(Risas) ¿Qué más trabajos hizo?

Fui sirvienta en Barcelona. Y le voy a decir a quién he servido: a la princesa Pilar, también he tenido en brazos a la duquesa de Alba. Fíjese en qué casa servía€

¿En serio?

Sí, sí. Sus padres venían a tomar el té a la casa en la que yo servía. Venían con la nurse y traían a la nena. Y la duquesa de Alba sólo quería venir conmigo, porque le contaba cuentos.

Luego se casó y volvió a Bicorp.

Sí. He tenido una hija, que ahora tiene 70 años, y un hijo, un par de años más pequeño. También tengo cinco nietos y cinco biznietos.

¿Cómo ve la vida de hoy?

¡La veo tan diferente!

¿Pero le gusta o no?

Por una parte sí, porque se ha adelantado mucho. Aquí en Bicorp jamás se había escuchado un teléfono. Mire: en 1936 yo estaba sirviendo en Barcelona y pusieron un teléfono para todo Bicorp enfrente de la casa de mi padre. Y para probarlo, decidieron llamarme a Barcelona. ¡Ay, ay, ay, qué susto! Cuando me llamaron, la señorita me dijo: «Clotilde, te llaman desde Bicorp!». «Mi padre se ha muerto», exclamé.

¿Cómo iba a pensar que en Bicorp había teléfono? Y ahora los ves a todos con el teléfono por la calle€ El cambio es tan grande€

¿Y qué es lo que no le gusta del mundo actual?

Antes todos éramos una familia y siempre estaba reunida. Ahora uno se ha ido a Barcelona, otro a Nueva York€ ¡Ya no somos una familia! Otra cosa: me duele en el alma que la gente sea inculta y le dé lo mismo decir que hay Dios o que no lo hay. ¡Eso no está bien!

¿Qué cosas cambiaría Clotilde si gobernara?

¡Ay, madre de mi vida! Ya no tengo cabeza yo para eso. ¡Yo qué sé! Que todos fuéramos unidos para levantar a España y a la Iglesia. Mire: ahora se nos va el cura de Bicorp y habrá un cura para tres pueblos. ¡Eso sí que me da pena!

¿Qué opina de las desigualdades entre muy ricos y muy pobres?

Eso también me da pena. ¿Por qué hay tantos pobres y tanta miseria en el mundo? ¿Por qué no hay más solidaridad para ayudar?

Cuando uno tiene más de cien años, ¿pierde el miedo a morirse?

Yo no tengo miedo a morirme. Que venga cuando Dios quiera. Todo se lo ofrezco al Señor: mis manos que ya no me valen, mis piernas que ya no van como iban, este cuerpo que ahora busca el asiento, y la cabeza, que ya no es lo que era.

¿Vale la pena vivir tanto?

¡Yo qué sé! Eso sí que no lo sé. Pero me parece que no. ¿Para qué? ¿Qué hago yo ahora? Aunque ayude un poco a los demás. Pero ya no valgo.

Usted vale mucho€

¡Qué voy a valer! Si las cosas hubieran sido antes de otra manera, quizá sí que hubiera valido.

¿Y si no existiera Cáritas, qué?

Habría bastante más pobreza. Pero yo veo que hay mucha caridad.

¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido en esta vida tan larga?

La solidaridad. Que la gente tenga voluntad de ayudar a los demás.

Porque con el egoísmo no se va a ninguna parte.

El egoísmo es lo más feo, lo más triste que hay. Olvidarse de todos€ ¿Eso para qué? Hay que tener ilusión por mejorar la vida de los demás.

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