Esta noche, Noche Buena, se cumplen cien años del nacimiento del siervo de Dios don Jesús Plá Gandía, natural de Agullent, obispo emérito de Sigüenza Guadalajara, anteriormente obispo auxiliar de Valencia, cuyo proceso de canonización está a punto de iniciarse. Al celebrar este centenario quiero ofrecer una reflexión viva y fresca de don Jesús a quien conocí cuando el mismo me nombró párroco de Agullent y donde trabajé diez años en la parroquia de san Bartolomé apóstol.

Muy pronto despertó en mi interés su persona y su ministerio como obispo, como sacerdote y cristiano. El testimonio de don Jesús ayuda a ser más cristiano y mejor cristiano. Fue un hombre enamorado de Cristo, trabajador del Evangelio, entregado a la Iglesia en cuerpo y alma; un obispo que amó a sus sacerdotes, que se preocupaba por cada uno de ellos y cuidaba con inmenso cariño. Don Jesús trabajó por la Iglesia. Fue cura de Genovés, de Moncada, director espiritual del Seminario Mayor, vicario general de la diócesis, obispo auxiliar y obispo de Sigüenza. Por donde pasó don Jesús dejó huella pastoral. Hombre de Dios, de conciencia clara y recta, no cedió a la mentira ni a la hipocresía ni un ápice sabiendo que esa línea de actuación le llevaría a incomprensiones y malos entendidos, al sufrimiento. Le tocó reformar instituciones, crear otras muchas, hablar y defender la doctrina de la Iglesia, la vida de los niños concebidos y no nacidos, al igual que los derechos humanos. Austero, pobre, generoso, lo sabemos muy bien quienes le conocimos y compartimos momentos de su ministerio.

Valencia está empapada de su acción eclesial, social, caritativa y sacerdotal y eso que vivía, como lo llevaba en su corazón, lo plasmó también en Sigüenza-Guadalajara. Sus diez años como obispo en aquella diócesis fue una verdadera primavera para esa Iglesia: el seminario, sus sacerdotes, sus religiosos y colegios, sus visitas pastorales a las parroquias, llenaron la vida de don Jesús. Y luego sus nueve años en Valencia como obispo emérito, jubilado: no paró, mejor, no le dejamos parar: confirmaciones, retiros, ejercicios espirituales, fiestas patronales, don Jesús continuó trabajando hasta que la enfermedad acabó con su vida el 8 de noviembre del Año Jubilar 2000. Sus venerables restos descasan en la capilla de la Inmaculada de la catedral de Sigüenza. Ahora iniciamos su proceso de canonización, ¿por qué?, don Jesús es un ejemplo de cristiano coherente, de sacerdote entregado y de obispo con un amor indiviso a la Iglesia.