Juventud y modernidad no tienen por qué estar reñidas con la religión. Muestra de ello son los jóvenes cristianos de diferentes confesiones que llegan hoy a Valencia para participar en el encuentro ecuménico de Taizé, que cada fin de año se celebra en una ciudad europea diferente desde hace casi cinco décadas.

De los 30.000 participantes que la organización calcula que se van a congregar, 15.000 son extranjeros, mil de los cuales llegaron el sábado a Valencia para ayudar a rematar los últimos preparativos. Ayer, a las 14 horas tuvo lugar una oración, no una misa, al «estilo Taizé» en una de las carpas instaladas para la ocasión, situada entre el puente de las flores y el de la Exposición.

Antes del comienzo, varios voluntarios se mostraban emocionados ante el inicio de una cita que congrega a miles de jóvenes diferentes pero unidos por su fe en Dios, a pesar de expresarla o entenderla de maneras diversas, según explicaron.

Anne-Sophie Mandt (18 años, Alemania) estudia arquitectura y asistió a los encuentros anteriores en Praga, Estrasburgo y Roma. Explica a Levante-EMV que la comunidad Taizé «es especial porque celebras oraciones, haces nuevos amigos y conoces otros países». Para ella es «muy bonito» descubrir «otras maneras de creer en Dios», ya que el encuentro es ecuménico.

Desde Alemania también ha venido a Valencia Paula Wittmair (18 años). En este encuentro despedirá un 2015 que califica como «una aventura» porque ha finalizado sus estudios y ahora aprende el oficio de escultora. Para ella es «estupendo» que gente de todo el mundo se reuna para rezar. Además, destaca la importancia de la religión para conseguir la paz. «Hay que respetar las otras religiones y no centrarse solo en un aspecto. Es posible vivir todos juntos en paz», apunta.

Laszlo Oltwanyi es un joven profesor de 20 años. Durante unos meses enseña inglés como voluntario en un colegio de los padres Escolapios de Granada. «He decidido venir porque estoy cerca y siempre había querido participar», explica.

«Tenía tiempo, así que he llegado antes de que empiece y soy voluntario; no hay muchos de Hungría», matiza. Su labor hoy será recibir al centenar de jóvenes húngaros que vienen y darles las indicaciones básicas.

Nicola Latella italiano de 22 años, estudia ingeniería en Alemania. «Me gustan este tipo de experiencias», confiesa. «Conoces gente de otros países y culturas y cada uno comparte cómo vive la religión», asegura.

A partir de hoy, estos voluntarios se sumarán a los participantes, que además de orar, durante cuatro días realizarán talleres, convivirán en las parroquias y se alojan en casa de familias valencianas.