Me sumo a las palabras de Lluis Mesa en estas mismas páginas de Levante-EMV al recordar la labor llevada a cabo en el pasado, desde los libros «De Impura natione» o «Document 88» a las tertulias del Hotel Inglés, para favorecer el entendimiento entre los valencianos y tras observar las críticas injustas recibidas por las declaraciones sensatas del presidente de la RACV, Federico Martínez Roda. Parece que restan rescoldos que pueden avivar la llama del enfrentamiento y no la del futuro de nuestra lengua. La división sin duda nos debilita mientras la unión nos puede ofrecer un nuevo renacer. Pensaba que sobre un tema aparentemente ya claro no iban a ser necesarias más explicaciones pues el uso de nuestra lengua reclama unidad y no conflicto. Que el apoyo mayoritario de todos quienes la estimamos acabaría por prevalecer. Confiaba que con ello se haría mejor frente a los retos venideros, derivados de la ampliación europea, la creciente inmigración procedente de culturas diferentes, o el avance en la globalización. Pero resulta que hoy podemos comprobar quedan siempre agravios pendientes, y continuamos sin ofrecer la confianza necesaria a las instituciones de las que nos hemos dotado.

Durante los años setenta, Toni Mestre, como guionista y presentador, llevó a cabo una amplia labor de divulgación del valenciano y de concienciación de la sociedad valenciana, a través del programa radiofónico de Radio Peninsular (RNE), «De dalt a baix». La lengua no se habla - ni lo hace igual - en todas las comarcas del país, y la globalización ha venido a complicar su utilización. Lo importante es que se hable. Y cuanto más, mejor. Para apreciar la belleza de los textos de los poetas que la escriben sólo hace falta estimarla.

Hay que encontrar una forma de evitar la división. Resulta necesario aceptar las normas que garanticen la pervivencia de la lengua sin perjuicio del léxico y fonética del valenciano hablado. El propio respeto hacia nuestra rica historia demanda una actitud integradora de nuestra compleja realidad social. Sólo así lograremos, y no sin esfuerzo, mantenerla. Todos debemos coadyuvar en el intento. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables de la recuperación, dignificación y empleo de la lengua.

Las cuestiones culturales no son ajenas a las razones económicas. Un país fuerte culturalmente lo es siempre económicamente, y un país dividido es siempre débil políticamente.

¿Qué más hace falta para acabar con el conflicto? Resulta necesario tomar conciencia de ello para superar nuestras diferencias, y evitar mayor confrontación interna que debilite la imagen que proyectamos en el exterior. La lengua debe obtener una aceptación definitiva, de la mano del acuerdo. Las declaraciones del Presidente de la RACV merecen reflexión y sosiego.