Primero hay que enterrar el bucolismo y olvidar los clichés del género pastoril: hombres solitarios con rebaño, perro y zurrón, errabundos, desconectados, epicúreos y anacrónicos. Luego, ya libres de prejuicios, conviene pisar el monte y escuchar la frase que lo resume todo:

„Yo antes salgo de casa sin comida que sin el móvil.

Se la dijo un joven pastor trashumante a Pablo Vidal, investigador de las trashumancias y director del Instituto de Antropología Social y Cultural de la Universidad Católica de Valencia. En su trabajo de campo, cuaderno en mano, ha conseguido documentar un total de 19 ganaderos procedentes de Teruel, Cuenca y Albacete „zonas cercanas al Rincón de Ademuz y el Maestrat„ que siguen realizando la trashumancia y se desplazan cada invierno desde sus frías zonas montañosas a buscar la calidez de las tierras valencianas y sus inmediaciones.

Tienen una edad media de 42 años. Bajan al Reino „como es costumbre decir„ con rebaños de unas 800 ovejas y cabras. Realizan viajes de entre cinco y once días. Unos van a pie, otros con el ganado en camión, algunos optan por la tercera vía: un trayecto mixto a pie y en vehículo. Al final del viaje llegan a zonas como Traiguera, Riba-roja, Cheste, Chiva, Turís, Llombai, Gandia o Torrevieja.

Así lo explicará hoy Pablo Vidal en un congreso internacional de la Universidad Católica de Valencia en el que participarán antropólogos de varias universidades europeas y que analiza la vida y el oficio de los pastores trashumantes. Desde el Mediterráneo hasta lugares tan remotos como Oriente Próximo, Kazajistán, Kirguistán, Turquía, Rumanía o Marruecos.

Uno de los aspectos que desgrana Pablo Vidal es la revolución que ha supuesto el uso del teléfono móvil para la vida de los pastores trashumantes. En varios frentes. El móvil los conecta con sus familias o veterinarios. El móviles les informa de la previsión meteorológica al detalle: cuándo viene la tormenta y dónde conviene refugiarse. Por el móvil les entra el precio de cotización de los corderos en la lonja de Albacete, la City que marca la pauta. En el teléfono tienen mensajería instantánea: de los 19, todos menos uno utilizan wasap y han creado grupos entre los trashumantes y los pastores cercanos. A través de esa ventana común conocen los precios reales a los que todos están vendiendo los corderos. «Antes nos tomaban el pelo los intermediarios, ahora estamos al corriente de todo», le contó otro pastor a Pablo Vidal.

«Yo he conocido a un pastor que pasaba seis meses de verano en Javalambre en una cabaña sin agua ni luz. Su mujer subía de tarde en tarde en un coche. Eso ya es historia. La situación ha cambiado por completo», resume un investigador que ha estudiado la evolución de los pastores nómadas de las zonas más desérticas de Marruecos y ha comprobado que ya nunca instalan sus campamentos en los sitios en los que no hay cobertura.

La trashumancia ha cambiado, pero sigue viva. «Ya está bien de hablar del último pastor, del último trashumante. En 1951 ya se hablaba del ocaso de la trashumancia. Pero yo he documentado al menos 19 que bajan a la Comunitat Valenciana. Es mucho más de lo que esperaba. Es una práctica de enorme valor patrimonial que sigue viva y con futuro si se les apoya», subraya el autor del libro Trashumancia en el Mediterráneo.

Más barato que el pienso

¿Y por qué siguen bajando en trashumancia? Porque es más barato para los pastores: ahorran en calefacción y pienso „en los lugares fríos de montaña nada crece en invierno„ al contratar pastos en los lugares llanos de destino. «Muchos tienen casa y corral en propiedad en los sitios en los que pasan de noviembre a mayo: son descendientes de pastores que ya hacían la trashumancia», precisa Pablo Vidal tras haber recabado los testimonios de los 19 trashumantes. La trashumancia también mejora la salud de los animales: «Una oveja estabulada dura cuatro años; trashumando dura ocho», afirma Pablo.

Recalca que ni los pastores trashumantes son seres marginales ni la trashumancia ha muerto. Eso sí: necesita ayuda. Para que no pasen de la distorsionada égloga a la funesta y mortal elegía.