«No sé si se justifica el desgarro de la distancia». Evelin Agreda, cónsul de Bolivia en València, se siente desbordada ante los casos que encuentra de familias separadas por razones laborales. Madres que llevan diez años sin ver a sus hijos porque decidieron venir a España a trabajar. «Bolivia está muy lejos», dice con dulzura quechua. Habla quedo, tranquila, sin prisa pero sin pausa. « Creo que no, que no se justifica», asegura.

Apenas lleva seis meses en València. Su anterior destino era Argentina, donde residen dos millones de bolivianos que se dejaron caer desde el altiplano hasta la pampa en los años de la inestabilidad política previa a la llegada al poder del presidente Evo Morales, también quechua, quien ha impulsado mucho la reivindicación del indigenismo boliviano.

«Aquello era diferente. El avión sigue siendo muy caro. Las distancias son grandes pero las comunicaciones por carretera han mejorado mucho en los últimos años y, sobre todo, es la sensación de cercanía. Pero España, aquí sí que estamos lejos de casa», explica.

El consulado es una agradable entreplanta frente a la Estación del Norte donde apenas trabajan tres o cuatro funcionarias. «Somos pocos y tenemos mucho trabajo», sostiene la cónsul, que se desplaza por la ciudad en transporte público.