A. G., Valencia

El historiador y miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) Pere Maria Orts es la persona que desde 1994 más hilos ha movido por la desaparición del ducado de Valencia. Ahora que el Ministerio de Justicia -en ejecución de una sentencia de la Audiencia Nacional- ha atendido la voluntad de Juan Narváez Díaz, descendiente del general, el erudito de Benidorm manifiesta su disgusto y, en la medida que reflexiona sobre el asunto, sus palabras revelan cierta dosis de enojo, que no se dirige sólo a los políticos, sino que se extiende a toda la sociedad.

«Las cosas que nos pasan a los valencianos son increíbles. Siempre he dicho que era una iniquidad», afirma. «Nadie ha hecho nada. Es como si no le interesara a nadie, como si el asunto fuera sólo cosa de la Generalitat y el ayuntamiento», agrega. Orts, que califica lo sucedido de «gran incuria», ha echado en falta presión ciudadana: iniciativas de asociaciones, particulares, incluso de las fallas, dice. Él ha aprovechado cualquier encuentro con autoridades políticas -del PP y del PSOE, afirma- para recordar que la cuestión estaba pendiente y que era necesario presionar. «Lo único que hemos conseguido es que no haya habido título entre 1994 y 2006», apostilla. Y añade: «En Euskadi o Cataluña no hubiera pasado».

Para el especialista en arte y heráldica, no hay duda sobre las razones históricas para rechazar que la ciudad tenga un duque. Al margen de consideraciones jurídicas, en su opinión la cuestión es de voluntad política: «El ministerio podía haber dicho que el título no se podía dar con esa denominación». Ha faltado, considera, presión y negociación con el pretendiente del ducado para que aceptara un cambio de nombre, una circunstancia muy frecuente en la historia (Felipe V dio al caballero D$27Asfeld el marquesado de Alicante en 1709, pero la ciudad protestó y el rey aceptó que fuera marqués de D$27Asfeld).

El historiador, que en 2006 recibió la Alta Distinción de la Generalitat por la donación de su colección de arte, lamenta que a lo largo de la historia se hayan concedido tantos señoríos valencianos a nobles de Castilla, una circunstancia habitual a partir del siglo XV y que también sucedió en los siglos XVIII y XIX. Es lo que ocurrió en Bunyol, Dénia, Polop, Xirles, Benidorm, Altea, Calp, Benissa, Elx, Albatera, Ayora, Llíria, Cullera, Sueca, Alpuente, Alcoi, Alzira, Morella, Santa Pola.