Francesc Belda (Vallada, 1945) se dedica ahora a la escritura tras más de 40 años ejerciendo como docente. En 2013 presentó su último libro, «Els poemes del caixó», si bien en 2010 ya publicó la obra «Memòries del Paradís», por la que ganó el Premi Vila de Benissa.

­Francesc Belda es un hombre con capacidad para reinventarse. Después de más de 40 años en la enseñanza, la prosa y el verso son ahora sus aliados durante el día a día. A ello se une la pasión por el teatro, que comparte con un grupo de aficionados.

Els poemes del caixó. ¿Qué recuerdos encontró al abrirlo?

Son poemas que he ido escribiendo a lo largo de toda la vida. Poemas por necesidad, de los que no sabes que hacer con ellos y los organizas con tal de hacer un libro. La mayoría de ellos están marcados por el amor: amor a uno mismo, amor a otras personas o incluso el amor por la vida, y con ello, también hablan del desamor.

¿Qué supone para usted la poesía?

Para mi la poesía es el alma de la persona. Escribir es una necesidad vital que conlleva crear palabras que evoquen sentimientos. El problema es que convertir las necesidades en palabras no es nada fácil.

Defina su vida en un verso.

El camino que nunca se acaba.

¿Y qué opina de la poesía actual?

Si queremos que llegue a la gente hemos de hacerla más sencilla y menos abstracta. La poesía no tiene salida porque la mayoría de la gente no la entiende. Si pretendemos que la poesía sea un vehículo para el cambio social, hemos de plantearnos como bajarla de las nubes y ponerle los pies en la tierra.

Ha estado más de 40 años como profesor. ¿Dan para muchos libros?

Dan para muchos, pero no ha habido tiempo para escribirlos. Cuando te dedicas a esta profesión, y te apasiona, no tienes tiempo para mucho más. Tenía una serie de cosas escritas en libretas y en hojas sueltas... pero nada más.

¿Por qué ese repentino interés por escribir?

Porque todos tenemos un espíritu de supervivencia que trasmitir para dar a conocer las cosas que hacemos. O conservarlas con tal de que no se pierdan. Se trata de hacer perdurar todo aquello que te envuelve.

Es decir, para salvar a las palabras...

Sí, siempre que estas recojan la esencia de la vida y de la gente, de hechos vividos y de lugares visitados.

¿Cuál es su ambición literaria?

Poder sacar y publicar los libros que tengo escondidos, que puedan ver la luz. Es una satisfacción ver un libro tuyo editado.

¿Qué cualidades ha de tener un buen escritor?

Ha de sentir y vivir todo aquello que escribe. Tener empatía para ponerse en el lugar de la gente sobre la que escribe. Poner su corazón y su alma para que sea creíble aquello que firma, y no se quede en una cosa superficial.

Cómo le va con la compañía de teatro de aficionados de la Serra Grossa?

Somos un grupo de gente que pasamos un buen rato con teatro. En Vallada hacemos siempre en Navidad una representación, que ya va por la décima o la undécima edición, aunque también salimos a los encuentros a los que nos invitan. Todas las obras que hemos hecho hasta ahora son de creación propia.

¿Y qué temática abarcan?

Muy variada. Desde crítica social, con la que empezamos y que tenemos muy presente, hasta obras de entretenimiento.

¿Y cuánto tiempo le dedican?

El teatro es una vivencia especial. Le dedicamos desde septiembre hasta Navidad, tres o cuatro horas a la semana, a parte del tiempo que la gente dedica para estudiarse los papeles en casa y el que ha gastado su autor en escribir la obra.