a pasada semana el Centro de Investigaciones Sociológicas aportó unos datos que me resultaron difíciles de digerir. Aún no han remitido los últimos síntomas de la resaca electoral, empeorada por lo sorpresivo de su resultado, y ya acuden raudos a atacarnos con más encuestas, aunque su temática haya cambiado.

Esta última presentaba el siguiente porcentaje: alrededor del 50 % de los españoles no había acudido al cine en el último año. El estudio ofrecía más resultados referentes a los hábitos de lectura y la frecuencia de visita a museos, pero me permitirán no tocarlos, pues esta columna se me quedaría cortísima y no quiero ocasionarles más disgustos. Centrémonos, pues, en el dato presentado. En los últimos doce meses hemos disfrutado de un buen número de grandes estrenos, y la taquilla española empieza a recuperar ya niveles anteriores a la crisis. Pese a ello —o aún así—, la mitad de los españoles no ha ido al cine en un año.

La abstinencia cinéfila que refleja este barómetro no solo supone una lacra para el negocio en España: también evidencia un enorme hueco en nuestra educación cinematográfica. Huelga decir que las políticas estatales para incentivar esta educación, a diferencia de lo que ocurre en otros países europeos, brillan por su ausencia; es más, se castiga a los espectadores con un IVA cultural demencialmente alto, que hace de las entradas de cine un producto que no todo el mundo puede permitirse.

No resulta fácil, pues, combatir estos datos del CIS. La sola voluntad del público, minada por quien debiera motivarla, no funciona, así que debemos buscar otras formas de estimular la curiosidad cinéfila. Y el periodo estival nos presenta una oportunidad preciosa para que transformemos hábitos y empecemos a llenar el hueco del que hablábamos, mientras tanto. Dieciocho municipios valencianos ofrecerán durante los dos próximos meses sesiones nocturnas de cine en sus playas. Antes de cada película se proyectan, además, cortos de animación de firma local, valenciana, un incentivo para dar a conocer producciones generalmente de buen nivel que con demasiada frecuencia escapan a la vista del gran público. Producciones hollywoodienses y cortos locales, un tándem que funciona como forma de introducir e incentivar cierta cultura cinematográfica.

El cine de verano ha vuelto para quedarse, así que no es un mal plan alargar los días de playa un par de horas más. Más allá del romanticismo sesentero del momento, supone una gran oportunidad para introducirse en el mundillo.