Hay mucho de reivindicación de la mujer en las páginas de este ensayo, reivindicación que Duart no esconde. «La presente obra es un homenaje a las mujeres. Un recuento de anécdotas y representaciones que desde la antigüedad han forjado el ideal y la leyenda de las mujeres en general», sostiene.

Y bajo es prisma, el análisis sobre la reina tenida por cruel pero también por pusilánime en la toma de decisiones es, a juicio de Duart, una de las contradicciones que «menos se sostienen» puesto que «una mujer a la que se atribuye [€] la autoridad de unificar España se tuvo que salir a la fuerza de los esquemas en los que aparece dentro de representaciones idealizantes, que la reducen a reina que no gobierna sino más bien sumisa, beata, angelical o rígida. Isabel luchó por su trono y el de su hija con el apasionamiento y la energía que probablemente le dio su carácter, aunque no siempre con el mismo ánimo ni en todos los momentos de su vida [€], lo que condicionaban su manera de ver y vivir la vida. Posiblemente fue una mujer fuerte „añade„ que no pensó en organizar una guerra contra su sobrina Juana, quizá con más derecho que ella para conseguir el trono. En ese aspecto se la podría calificar de intrépida y ambiciosa», resume.

El ensayo de la escritora de Xàtiva, columnista de Levante-EMV, abunda en esas cuestiones y señala que están, incluso, en el origen del libro. Y no sólo en el intento de aproximación a la figura de Isabel, sino como reflexión general sobre el papel de la mujer. «¿Qué papel habíamos jugado antaño las mujeres en la política, en la gestión de las sociedades y gobiernos? ¿Por qué había tan pocas filósofas y escritoras en el mundo antiguo? ¿Había sido tanta la pérdida y tan poca la huella de la mitad de la población como aseguraban Averroes o Fenelón a causa de su poca formación e interés de los mandatarios e influyentes?», se pregunta. Y cita a la imprescindible Cristine de Pizan (La Ciudad de las Damas), autora que según Duart denunciaba «una imagen de la mujer en la opinión generalizada de escritores, moralistas, filósofos, clérigos o laicos lacerante; bajo esa visión se vituperaba a las mujeres, se las humillaba», subraya.