El torero sevillano Diego Puerta, fallecido en la madrugada de ayer a los 70 años, fue tan valiente en los ruedos que todo el mundo le conocía simple y llanamente como "Diego valor". Un apelativo que justifica su actitud de arrojo frente a los casi mil toros que estoqueó a lo largo de los dieciséis años que duró su carrera como torero de alternativa.

Puerta, una de las grandes figuras del toreo en los años 60, falleció alrededor de las 3.30 horas de ayer en su domicilio de la urbanización Las Canteras, de Camas (Sevilla), a consecuencia de un fallo multiorgánico que fue el colofón de los problemas de salud, especialmente cardíacos, que padecía en los últimos años.

La capilla ardiente se instaló ayer tarde en el Ayuntamiento de Sevilla, ciudad en la que nació y en cuya iglesia de San Bernardo se celebrará hoy el funeral.

Más allá del valor que le llevaría al triunfo la mayoría de las tardes, Puerta tuvo también una repajolera gracia para interpretar el toreo, lo mismo con el capote que con la muleta, de forma que por su personal estilo ha sido considerado como uno de los más geniales representantes de la escuela sevillana.

Así es como se puede hablar de un valiente, cuyo pequeño cuerpo quedó tatuado nada menos que por 55 cornadas, cuatro de ellas tan graves que terminaron en extremaunción. Fue el precio de tanto pundonor. Porque Puerta entendió la profesión como un reto para ser siempre el primero.

Pero nada puede opacar el mérito del artista, preocupado constantemente por la pureza en el trazo de lances y pases, y aportando garbo y un singular sentimiento a cada gesto y ademán. Por todo eso fue figura del toreo, y en una etapa en la que no era fácil serlo, ya que compitió con maestros de la talla de Paco Camino, Antonio Ordóñez, El Viti, Juan García Mondeño, Curro Romero y Manuel Benítez El Cordobés.

Hay que hablar también de su pundonor en la calle, su admirable talante personal. Uno de los pocos toreros de la historia que después de decir adiós tras su última comparecencia de luces, el 12 de octubre de 1974 en Sevilla, en mano a mano con su compadre Paco Camino, no cayó en la tentación de reaparecer.

Hombre pragmático, que no materialista, Puerta tenía sólo una palabra, siempre riguroso y muy estricto para los negocios, pues una vez retirado fue también reconocido ganadero de bravo y ocasionalmente empresario de la plaza de Castelló en los ochenta.