José I Bonaparte cumplía 40 años cuando llega a España y, su hermano Napoleón, le proclama Rey. Estamos en plena Guerra de la Independencia, en 1808, cuando se produce la invasión francesa, los fusilamientos del 3 de mayo de Goya y la abdicación de Fernando VII y su padre Carlos IV.

Fue entonces cuando se inicia una brutal guerra, una extrema campaña de propaganda entre afines y enemigos del nuevo Rey José I Bonaparte. Una batalla en la que, sin bombas ni armas, fue igual de crucial para la victoria final.

El trabajo del investigador alicantino Antonio J. Piqueres, dirigido por el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alicante, Emilio La Parra, parte precisamente de este contexto. Y se trata, pues, de un estudio que aborda la hasta ahora desconocida figura de José I Bonaparte, quien utilizó todos los mecanismos a su alcance para crearse una interesada imagen pública con la que ganarse al pueblo español tras la invasión napoleónica.

"Lo intentó de todas las maneras. Con la prensa, con la presencia constante en la iglesia para dar la imagen de católico, en sus salidas al teatro, fiestas... pero la construcción de esta imagen pública de José I no tuvo éxito por la dañina y lograda propaganda patriótica", explica Piqueres.

Algunas de estas mofas de los detractores del Rey francés han sobrevivido hasta llegar a nuestros días. La más conocida, quizás, sea la del sambenito de "Pepe Botella", por su supuesta afición a la bebida. Y, aunque tuvo otras muchas, como glotón, tuerto, ludópata, violento, ladrón... ninguna tenía nada que ver con la realidad.

Enfermo sexual. José I Bonaparte era un mujeriego. Tuvo, pues, una vida sexual muy activa, de la que era bien conocedora el pueblo español, que incluían los nombres de sus amantes en textos burlescos.

El caso es que José I tampoco tenía que trabajarse mucho sus conquistas, puesto que era un Rey aparentemente guapo y esbelto, que se cuidaba notablemente por su aspecto físico y por la evidencia de los retratos que nos han llegado de la época.

De ahí que llame poderosamente la atención cómo la propaganda patriótica dio un giro radical a esta imagen positiva del Rey, de un hombre viril y elegante, a otra de enfermo sexual y acosador de mujeres, tal y como nos explica Antonio J. Piqueres. "Convierten la virtud en un vicio, en un mal. Y la propaganda patriótica crea la imagen de un Rey enfermo sexual, un fornicador que lo hacía además avasallando a las mujeres, de las que iba todo el día detrás. Un hombre desesperado, un marrano que no podía estar lejos de un burdel", apunta el investigador alicantino.

Entre los documentos, escritos y cartas que ha manejado el investigador Antonio J. Piqueres, el hermano de Napoleón era descrito por sus ayudantes en la corte como un hombre que "no bebía ni comía como un Rey". Un dato que contrasta vivamente con los "cariñosos" adjetivos que le dedicaron desde la propaganda patriótica.

"Le llegaron a calificar como un Rey jorobado, calvo, glotón, bajito, con muchos granos, con las piernas arqueadas... un retrato que, en definitiva, no tenía que ver con la realidad", agrega Piqueres.

Es más, la conspiración patriótica aseguraba que José I Bonaparte era tuerto de un ojo, y que lo ocultaba con el uso de un monóculo. "Era algo totalmente irreal, una nueva invención, pero que obligaba al Rey a mirar de frente a su pueblo cuando aparecía en los actos públicos, para así desmontar estos argumentos. Pero no todo el mundo pudo ver a José I como yo tampoco he visto al actual Rey", agrega el investigador alicantino.

Violento, antitaurino y de poca sesera. José I era un pacifista, un intelectual y un monarca especialmente involucrado con las posibles reformas modernizadoras de España. De hecho, según informa el investigador Antonio J. Piqueres, era un antitaurino total, y despreciaba la fiesta de los toros enteramente. Sin embargo, reimplantó la Fiesta, abolida por Carlos IV. Lo hizo, claramente, para simpatizar con el pueblo y "españolizarse". "Fomentó las corridas de toros permitiendo el libre acceso al público, volviéndolas gratuitas, y lo cierto es que la gente acudía con frecuencia. Pero esto no quiere decir que el pueblo se estuviera confraternizando con él, nada de eso. Las plazas estaban llenas porque era gratis e iban por placer", matiza el investigador alicantino.

Además, a diferencia de quienes le marcaban como un Rey violento, José I era más bien un hombre bondadoso y pacifista que, obligado a hacer la guerra en España, intentó por todos los medios evitar cualquier sufrimiento al pueblo. "Estaba muy angustiado por España, y se puso muchas veces en contra de los ejércitos de Napoleón. Su tristeza por estos motivos era tal, que se encerraba en palacio, con largas angustias psicológicas", aclara Piqueres.

La propaganda patriótica, que no cesó en sus ataques, también se encargó de ensuciar su perfil intelectual, y en algunas caricaturas y textos aluden a José I Bonaparte como un Rey de "poca sesera". Sin embargo, José I fue un monarca obsesionado y preocupado constantemente por la cultura, protector de las artes, que apoyó excavaciones arqueológicas e invirtió mucho, mucho dinero en educación y ciencia.

Ludópata empedernido. El 3 de febrero de 1809, José I liberaliza la circulación y venta de naipes. Una norma que, con el propósito de favorecer, la propaganda patriótica utiliza en su contra para culparle así de ludópata empedernido. Decían que era un Rey que, además de comer y beber bien, solamente se dedicaba a jugar a los naipes, desatendiendo los quehaceres de un monarca honesto.

"En el Palacio Real, encontré muchas facturas de compra de naipes. Pero realmente, jugar a los naipes en aquella época, era algo totalmente normal. Era una costumbre en aquellos tiempos. Pero de ahí a considerarlo un ludópata empedernido, más bien lo considero una exageración, una invención más de la propaganda patriótica", resalta Piqueres de un Rey que cuidó su imagen pública al milímetro inútilmente.

Borracho y bebedor compulsivo. A José I Bonaparte se le conoce como Pepe Botella. Lo dicen hasta los libros de texto, los libros con que hemos estudiado en el colegio y el instituto. Es el sambenito más popular, la mofa más distinguida, el calificativo con que hoy siguen aludiendo al que fuera Rey de España.

Hasta hace bien poco se creía que, el origen de estas acusaciones de la propaganda patriótica, venían motivadas cuando, en febrero de 1809, José I aprueba la liberalización de las bebidas espirituosas, es decir, el de las bebidas con fuerte carga alcohólica. "Como es un borracho, así puede beber todo lo que quiera sin pagar impuestos", comentaban en la época.

Sin embargo, el investigador alicantino afirma que existen unos sucesos anteriores, y que vienen también a alimentar esta teoría de borracho y bebedor compulsivo de José I.

Antonio Piqueres explica que esta versión se remonta a julio de 1808, cuando José I inicia un viaje por España y se hospeda en Logroño, Calahorra, en la finca de un noble. Una finca que era conocida por sus variados caldos y su excelente biblioteca. Sin embargo, al día siguiente, cuando el Rey sale de la finca, descubren que todos los vinos habían desaparecido de la bodega. "Todos estos hechos son ciertos, y además están documentados. Un acontecimiento que aprovechó nuevamente la propaganda patriótica para culparle de haberse bebido todos los vinos y, por tanto, de borracho", apunta.

Con todo, lo que sí es cierto, es que José I, días atrás, había ordenado a su ejército que requisara todos los vinos que les habían robado. ¿Pudieron por tanto quitar los vinos de la finca de Calahorra el ejército napoleónico? Probablemente, pero imposible resulta de demostrar.

Pese a todo, José I fue un Rey más bien abstemio, muy poco amigo de la comida y la bebida en abundancia.

Por otro lado, la publicación de ciertas novelas, sobre todo las de Vallejo-Nágera, en los años 80, con Yo, el intruso y Yo, el rey (Premio Planeta), habían deshecho algunas de estas teorías propagandísticas de los patriotas sobre José I y, por tanto, habían contribuido a mejorar su imagen. Sin embargo, estas obras, relatos de ficción al fin y al cabo, quizás con algún acierto biográfico, juegan fuera de la rigurosidad y la investigación histórica.