La noticia de la semana ha sido el anuncio de la reaparición en los ruedos de José Tomás el próximo día 25 de junio en Badajoz. Vuelve a la actividad el torero de más impacto de las últimas décadas, y el único que es capaz de despertar una expectación y unas pasiones como no se conocían hace muchos años. Un espada de aires reconcentrados y una concepción dramática de la tauromaquia, quien podría estar en los carteles de la próxima feria de Julio.

Un dramatismo que, a lo largo de la historia, se ha hecho especialmente presente a lo largo del mes de mayo. Ya hace dos semanas se comentaba en esta misma sección la celebración de los aniversarios de las muertes de dos toreros valencianos como Manuel Granero y Manolo Montoliu. Uno cayó un 7 de mayo y el otro el 1 del mismo mes.

Y este citado mes continúan los trágicos aniversarios. Resulta curioso comprobar que mayo, tal y como la tradición y las estadísticas demuestran, es el mes del calendario en el que más toreros han muerto en las plazas de toros. Un mes en el que, parafraseando a Rafael Alberti: «Se hace más presente, vestida de negro, la muerte aleteando por el redondel».

Así, el pasado miércoles se conmemoraba el 92 aniversario de la cogida mortal de un matador de gran trascendencia: la sufrida por José Gómez «Gallito» el 16 de mayo de 1920 en la plaza de Talavera, corneado por el toro Bailaor, de la Viuda de Ortega. Con el fallecimiento del llamado Coloso de Gelves se cerraba la llamada Edad de Oro de la Tauromaquia, etapa protagonizada por la competencia de este coletudo sevillano con Juan Belmonte. Y el próximo domingo tocará a la del espada valenciano Julio Aparici Fabrilo, quien cayó el 27 de mayo de 1897 en la plaza de Valencia de resultas de las heridas que le infirió el toro Lengueto, de José Manuel de la Cámara, al tratar de poner un par de banderillas.

Como dirían los castizos, este florido mayo, parafraseando el título de la novela de Blasco Ibáñez, parece estar investido de una suerte de mal fario para la torería andante. Y es que la lista de percances no termina nunca. Así, el 11 de mayo de 1801 en Madrid perdió la vida uno de los pioneros de la tauromaquia, Pepe-Hillo, cuya figura fue inmortalizada por Francisco de Goya. Por su parte, Antonio Romero, hermano del famoso Pedro Romero, murió en Granada el 5 de mayo de 1802 y el legendario Curro Guillén falleció en Ronda el 21 de mayo de 1820. Asimismo, también perdió la vida un diestro considerado como paradigma del valor, Manuel García Espartero a quien mató un toro de Miura, de nombre Perdigón, el 27 de mayo de 1894 en la plaza de Madrid.

Por su parte, Curro Puya de quien se decía que con el capote paraba los relojes por su temple, fue herido mortalmente el 31 de mayo de 1931 por el toro Fandanguero alternando con Chicuelo y Marcial Lalanda. Y al sevillano Pascual Márquez le ocurrió lo mismo en Madrid un 18 de mayo de 1941. Al lancear con el capote, el viento lo descubrió y quedó a merced del toro Farolero, de Concha y Sierra, que le dio una cornada en el pecho que le dejó al descubierto el corazón.

También en mayo murieron otros aspirantes a la gloria de menos relumbrón. Entre ellos, tres valencianos. El espada de Ontinyent Vicente Gandia «El Chufero», cogido en la plaza de Zaragoza el 7 de abril de 1901; Tomás Ferrando «El Che» muerto en Robledo de Chavela el 3 de mayo de 1903; y Manuel Baeza Muñoz, cogido en un tentadero en Villavieja de Yeltes y fallecido el 1 de mayo de 1951. Tampoco el coso valenciano se libra de esta negra tradición, ya que en sus arenas fue cogido mortalmente el novillero bilbaíno Lorenzo Ocejo «Ocejito» 1 de mayo de 1921.

El último torero en caer un mes de mayo fue el banderillero Antonio González «El Campeño», actuando a las órdenes de Joselito el 22 de mayo de 1988 en Madrid, al tratar de banderillear al toro Vitola, de Antonio Arribas. Es de esperar que con Campeño se cerrase para siempre esta maldición del mes de mayo.