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Entrevista

Federico Bonelli: "Yo no trabajo de bailarín, yo soy bailarín"

"El ballet no es trabajo, es tu vida", afirma la estrella italiana de la danza clásica, que ha impartido un curso en Valencia

Federico Bonelli: "Yo no trabajo de bailarín, yo soy bailarín"

Es su último día en el curso de casi dos semanas en Valencia. Es tiempo de fotos con los jóvenes, de las últimas consultas a un bailarín principal del Royal Ballet. Quizá la oportunidad no se les vuelva a presentar. Él les regala un breve ensayo con su mujer, Hikaru Kobayashi, solista también de la compañía británica.

Aquí enseña danza, pero ¿qué le ha enseñado a usted la danza?

Yo tuve un profesor cubano y creo que esa es mi escuela, muy fuerte y rigurosa. Conocí a Wim Broeckx, otro profesor de este curso, cuando él era bailarín principal en el Ballet de Holanda y yo entraba con 21 años. Él estaba al final de su carrera y nos transmitió sus conocimientos. Estas vivencias te marcan y siempre he considerado muy importante pasar mi experiencia a los jóvenes.

¿El ballet es un arte de cuerpos jóvenes y bellos para un público mayor y acomodado?

¡Uf! No creo que tenga que ser así. Es importante que los bailarines y los directores de compañías sepan atraer a los jóvenes. No es que el ballet sea complicado, sino que has de conocer un poco, pero entonces la satisfacción es muy profunda. En el Royal Ballet muchos espectáculos se transmiten en vivo en cines. Me parece muy bueno, porque atrae a gente con miedo a ir a un teatro de ópera, ya que las entradas son caras.

¿El ballet es sufrimiento?

Es como el amor. Si amas mucho, te da mucho, pero puede hacerte sufrir también. El ballet, cuando las cosas funcionan, es maravilloso. Pero cuando no, yo me deprimo bastante. Estuve lesionado un año sin poder bailar y tuve que estar cuidado porque estaba muy triste. El ballet no es un trabajo, es tu vida. Yo no trabajo como bailarín, yo soy bailarín.

¿Y es una profesión de emigrantes?

Puede ser, porque cuando tienes una pasión lo quieres hacer lo mejor que puedes y buscas la fortuna donde sea. Yo me formé en Italia, pero nunca trabajé allí. Trabajé en Suiza, Holanda y ahora en Londres. Creo que encontré el lugar donde terminar mi carrera, porque es un teatro de gran variedad de repertorio que me puede mantener aprendiendo mucho tiempo. Es importante tener horizontes para crecer.

¿Es mileurista?

(Ríe) No. Soy de los que tiene suerte y gano bastante más al mes. Sé que trabajo muy duro y que nunca lo he hecho por el dinero. Ahora puedo vivir bien, sí, pero la carrera de bailarín también es muy corta y todos tenemos que inventarnos de nuevo cuando se acaba. Por eso es difícil.

¿Es una profesión mal pagada, poco considerada, como dicen los bailarines españoles?

Sí, pero es complicado también? Hay países, sobre todo los del Mediterráneo, donde hay bailarines con contrato hasta los 50 años. Tienen contrato incluso para cuando no pueden bailar, mientras otros jóvenes están sin él.

¿Tiene alguna idea de por qué España no ha tenido una compañía estable de ballet?

De verdad que es algo muy extraño, porque hay bailarines españoles excepcionales en compañías de todo el mundo. La escuela española es muy buena.

¿El Estado debe financiar compañías públicas?

A mí me parece que el modelo británico es muy bueno: eso de que el Estado ha de estar a un brazo de distancia. El Estado invierte en una entidad independiente, que es la que decide cómo distribuir el dinero. El Royal Ballet, por ejemplo, sólo recibe un 30 % de sus fondos del Art Council. Has de hacer cosas buenas, porque si no los inversores privados no dan dinero.

Ha creado papeles nuevos en los últimos años. ¿Falta innovación en el ballet clásico?

Lo que pasa es que lo que hoy conocemos como el repertorio clásico no era lo único en su momento. Era lo mejor de entonces y por eso ha llegado. Lo mismo pasa hoy: se hacen cosas, pero no todas van a perdurar.

Carlos Acosta anuncia su retirada. ¿Le echarán de menos?

¿Cuándo? (ríe)

En septiembre de 2015, ¿no?.

Lo conozco desde hace mucho. Yo tenía 12 años y era uno de los bailarines cubanos que venía a Italia. Fue una inspiración, hacía pasos que yo ni siquiera sabía lo que eran. He tenido la suerte de trabajar luego con él y es alguien extraordinario y muy generoso. La carrera de los bailarines se termina en algún momento y mejor hacerlo cuando estás arriba.

¿El momento del adiós lo vive como un drama?

Yo espero que no. Cuando te retiras lo haces pensando que hay otra vida fuera, que aprovechaste lo que la suerte te dio y que es el momento de hacer otras cosas. Espero sentirme así.

¿Es tan competitivo el mundo de la danza como se ve en la película «Cisne negro»?

Mira, la película es como una colección de todos los extremos y estereotipos del ballet. Todo lo que pasa ahí yo lo he vivido en compañías, lo confieso, pero todas juntas en un mes es demasiado (ríe).

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