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Crítica música

Música universitaria

Del 30 de junio al 3 de junio

Centre Cultural La Nau (valencia)

Orquestas de las Universidades de Valencia, Alicante, Murcia y Granada.

Las orquestas de cuatro universidades españolas ocuparon en noches consecutivas el centro y grueso de las Serenates de este año. La brillante iniciativa ilustró tanto la eficacia de nuestros conservatorios como la ineficacia de nuestras escuelas para, respectivamente, crear buenos músicos y público. A las órdenes de Hilari García, los anfitriones de la noche comenzaron con una Marcha burlesca sólo de fraseo demasiado serio.

La soprano Belén Roig remató cada una de las dos partes de las Bachianas brasileiras nº 5 de Villalobos con sendos agudos de distinta índole pero ambos exquisitos, como todo lo demás en su actuación y en la de los ocho violonchelos acompañantes. Pese a cierta incoherencia en los tempi y tendencia al fragor, la Octava de Dvo?ák tuvo idioma, y en la elaboración de la primera sección del segundo movimiento los clarinetes se lucieron durante la actuación.

Fermín Villanueva exhibió hermoso timbre y asombroso virtuosismo, pero ni él ni sus acompañantes alicantinos dieron del todo con el exaltado romanticismo del Concierto para violonchelo de Schumann. Mucha más adrenalina extrajo la batuta de Mihnea Ignat para una «Heroica» de Adagio incluso más demoníaco que fúnebre y en cuyos dos últimos movimientos las trompas destacaron muy para bien.

Con un programa más atractivo por menos frecuente, no tan convincente resultó la participación murciana. Fueron causas principales una entonación no del todo impecable en las cuerdas agudas y una dirección, la de Jorge Losana, que no le encontró la gracia ni a la obertura del Barbero de Paisiello ni a la selección (?) de la «Posthorn» ni, en medio, a un Concierto en re menor para flauta de C. P. E. Bach en el que David Gutiérrez demostró gusto superior.

Pese a alguna efímera desafinación, en el Quinto concierto para violín de Mozart también Adriana Zarzuela rayó a más altura que una orquesta, la granadina, lastrada por unas trompas muy ásperas ya en la obertura de Las bodas de Fígaro como luego en una Novena de Shostakovich. En ésta en cambio sí gustaron mucho piccolo, concertino, clarinetes y fagot, además de Gabriel Delgado, su director.

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