La compañía Vol Ras se despedirá de los escenarios el próximo mes de diciembre. Así lo dejaron claro el pasado miércoles en Sueca, ya que su dos componentes habituales, Joan Segalés y Joan Faneca, fueron los encargados de impartir la clase magistral de la XXVI de la Mostra de Mim.

El acto fue sencillo y nostálgico, con sonrisas pero sin lágrimas. El eje del mismo consistió en un repaso, a partir de una selección de imágenes, de cada uno de los 19 espectáculos que ya ha almacenado el grupo catalán en la memoria. A modo de interludios, los dos Joanes, fueron desgranando algunos aspectos básicos del peculiar humor que han desarrollado a lo largo de 35 años.

Este viaje en el tiempo nos llevó al primer espectáculo, Caballet d'il·lusions (1980) en el que vimos a los jóvenes componentes del grupo inmersos todavía en el concepto de mimo clásico. Pronto (con Flyght, 1983) dejarían las mallas y el maquillaje para perfilar un trabajo gestual moderno e innovador para su momento. Conforme íbamos los sketches (algunos antológicos, como el del melodrama operístico de la jeringa del inolvidable Psssh) fuimos redescubriendo su dominio del teatro gestual, del gag, y de un tono ingenuo a prueba de espectadores adultos y serios.

Momento, pues, para el recuerdo de unos pioneros del teatro gestual de nuestro país que ya merecen un Doctor Honoris Causa del humor. Magisterio y simpatía. «Es inútil „dijo Jardiel Poncela„ ponerse de espaldas al público, porque el escenario está en frente». Así ha sido Vol Ras. Así es. Pero el teatro continúa, y esto solo fue el aperitivo de un festival siempre bien estructurado y pensado. Así, pocos minutos después nos perdimos por el ambiente creado en el escenario de la plaza del Ayuntamiento con los franceses Bris de Banane. Pero el espectáculo estelar de este primer día correspondió a La Dependent. Los alcoyanos estrenaron Rèquiem. Era su primera incursión en el teatro del gesto, y salieron airosos. Notable y meticuloso trabajo físico; impecable ritmo, y una viva acción tanto por el movimiento actoral como por el de los múltiples elementos del espacio escénico (un laboratorio tipo Frankenstein). Originales situaciones, como la boda, que forman parte de un montaje al que le falta un punto de cocción, otro de humor en algún instante, o, en ocasiones, un mayor conflicto entre los personajes, pero su base está hecha. Bien hecha. Tiempo al tiempo.