Puccini: La bohème

2 de octubre, PALAU DE LES ARTS (valencia)

Angel Blue (Mimì), Lina Mendes (Musetta), Giordano Lucà (Rodolfo), Germán Olvera (Marcello), Felipe Bou (Colline), Aldo Heo (Schaunard), Michael Borth (Benoît), Pablo Aranday (Alcindoro), Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet, Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats, Cor de la Generalitat Valenciana y Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director de escena: Davide Livermore. Director musical: Manuel Coves.

En la reposición de este montaje pictórico de La bohéme firmado por Davide Livermore, brillante en el concepto pero no enteramente fiel al espíritu y hasta la letra del libreto, las dos parejas de jóvenes protagonistas (de entre veintitantos y treinta y pocos años) resultaron internamente muy desiguales. En la formada por Rodolfo y Mimì, la balanza se inclinó claramente del lado de la soprano estadounidense Angel Blue. Luego vendría la admiración por sus bellos medios y completa técnica, pero la manera en que desfalleció sin dejar de cantar nada más entrar en escena («Il respir€ Quelle scale€») ya nos había convencido de hallarnos ante una intérprete de primerísimo nivel. Frente a ella, el italiano Giordano Lucà, incluso desde que por fin encontró el tono vocal, quedó muy pálido en todos los sentidos.

Tampoco la Musetta de la brasileña Linda Mendes consiguió pasar de la superficialidad frente a la hondura de la que el mexicano Germán Olvera dotó a Marcello. Como consecuencia de estos desequilibrios, entre los momentos de mayor intensidad destacó, junto a las demás intervenciones de quien para Plácido Domingo es la futura Leontyne Price, el dúo entre Mimì y Marcello al comienzo del tercer acto.

Precisamente de ahí hasta el final fue donde menos disgustó la dirección de Manuel Coves (Jaén, 1975). Competir con el Riccardo Chailly del estreno de hace tres años se antojaba desde luego temerario; un imposible limitándose a, en el mejor de los casos, traducir mecánicamente en sonidos la partitura sin siquiera evitar que ni los cuatro bohemios juntos quedaran sepultados por una orquesta a la que por lo demás, lo mismo que a los comprimarios y los colectivos corales, no hubo gran cosa que reprochar.