En la novillada de ayer en El Puig, el encierro de Alcurrucén exhibió una justa presentación y su juego resultó muy desigual. El primero se dejó pegar en varas y se movió en la muleta con nobleza y son. Áspero y sin terminar de emplearse el segundo. El tercero, de escaso cuajo, manseó en varas y embistió al paso, con más temperamento que casta. El colorado cuarto, incierto y mentiroso, no dejó de escarbar y pensárselo. El también colorado quinto se salió suelto, pero tras un buen puyazo de Jaime Soro rompió a bueno en el tercio final, humillando y repitiendo con calidad. Y el altote y escurrido sexto, fue y vino sin ton ni son y acabó cantando la gallina.

Jesús Chover saludó a porta gayola al primero, al que lanceó con mucho temple. La misma templanza exhibió con la muleta, en una faena muy ortodoxa. Sufrió una muy seria voltereta al parear al cuarto. Pese a ello, no dudó en plantarle cara con arrestos y un plausible esfuerzo. En la enfermería le atendieron de varias contusiones y de una herida en la cabeza que necesito tres puntos de sutura.

Cristian Climent lo intentó sin desmayo ante su deslucido primero, en una labor que no cogió vuelo si bien tuvo momentos destacados al natural. Firmó un notable tercio de banderillas en el quinto, con el que se lució toreando por los dos pitones con hondura, profundidad y ligazón y ratificó el éxito del viernes. Juan Antonio Navas realizó un trasteo sobrado de actitud y firmeza ante su primero, con el que por momentos toreó al natural con prestancia y cadencia. Y también mostró buen concepto, apostura y empaque en el cierraplaza. Pasó las de Caín con las armas toricidas.