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Crítica

Sólo notas

Hartmut Haenchen y OV

palau de la música (valencia)

Director: Hartmut Haenchen. Int.: Orquestra de València. Obras de Beethoven y Shostakovich.

Si la música no consistiera más que en convertir pentagramas anotados en sonidos, se podría prescindir de la mayor parte de lo que hace un director sobre el podio: con un metrónomo sería suficiente y hasta sobraría. En su tercera actuación al frente de la Orquestra de València (la primera en 2011, la segunda en 2013), el alemán Hartmut Haenchen (Dresde, 1843) ni siquiera cumplió cabalmente esa función.

Por regla general, lo agudo dejó que se tradujera más fuerte y rápido, lo grave más piano y lento. Por otro lado, cuanto mayor la intensidad, más amplios unos ademanes de energía asimismo condicionada en los ataques por la dimensión del contraste provocado en volumen. En ninguna de las dos sinfonías interpretadas se percibió como consecuencia casi nada que no estuviera indicado de manera expresa en sus partituras. Y lo poco que escapó a esa norma en sí contraria a la esencia de la dirección orquestal resultó contrario a los mensajes contenidos en ellas. Los resultados no fueron peores, y se explica que el calor de los aplausos fuera grande aunque perfectamente descriptible, debido por un lado a la claridad de los gestos de Haenchen, por otro a la férrea disciplina con que los siguió una orquesta en la que además abundaron las intervenciones individuales destacadas, las del corno en cabeza de la lista.

La gran perjudicada fue la Cuarta de Beethoven. Reducida a su esqueleto, en conjunto sonó cadavérica desde una introducción sombría sin misterio, pasando por un Adagio con muy poca gracia y rematando con dos allegros mecánicos.

Salvo, sobre todo y muy significativamente, un primer movimiento en el que el ensimismamiento esperado del segundo tema apenas se intuyó y la primera parte del desarrollo no pudo ser en efecto adagio, la Octava de Shostakovich aguantó mejor este planteamiento. Este compositor fue un maestro de la autoprotección no únicamente frente a las autoridades políticas, y en muchos momentos pareció prever que con sólo la reproducción automática de las notas por él escritas bastaría para lograr un nivel razonable de funcionamiento.

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