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Crítica musical

Se..se..¿se me escucha?

Desde los primeros instantes se sentía, se palpaba que era un recital raro. Público joven y bullicioso un sábado por la tarde en el Palau de la Música para escuchar al pianista valenciano Rubén Talón (1989). Caras inéditas dispuestas a descubrir las interpretaciones de Beethoven, Chopin y Falla del joven y desconocido pianista? Luego, ya comenzado el recital, cuando concluyó una epidérmica y embarullada lectura de la Sonata Claro de Luna de Beethoven, la reacción de este aforo singular rozó el delirio? Tal era el entusiasmo que fue como si Benedetti-Michelangeli, Richter, Rubinstein y Sokolov acabaran de tocar a ocho manos?La cosa discurrió siempre por extraños derroteros, que rozaron el paroxismo al final del recital, cuando tras dos bises, y ensimismado en el éxito, agarró un micrófono inalámbrico que tenía preparado dentro del piano y se dirigió al público amigo. Le bastó balbucear un «¿Se? se? se me escucha?» para que el auditorio estallara en una explosión de vítores.

La realidad es que Rubén Talón tiene que pulir su técnica y controlar sus interpretaciones. Ir más a fondo, cuidar infinitamente más los planos sonoros, los timbres, los detalles, los mil y un registros y colores legato que posibilita el sofisticado piano moderno. No se puede tocar igual a Beethoven que a Chopin o Falla. El control de las gamas dinámicas, del legato y de las fluctuaciones métricas se hace imprescindible. Los momentos de barullo en la Balada, como también en los finales de la dos sonatas de Beethoven o en los pasajes más enrevesados de la áspera Fantasía Baetica de Falla, desbordaron el límite de lo aceptable. Ni siquiera el recurso del uso excesivo del pedal de resonancia pudo disimular tantas notas falsas y fuera de lugar. Lo mejor del recital estuvo en las chopinianas dos mazurcas del opus 17 „la primera y última„ que abrieron la segunda parte del recital.

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