El artista valenciano Miquel Navarro se inició en el arte con el dibujo y la pintura, pero pronto le atrajo la escultura y acabó haciendo de sus famosas ciudades «del orden y del caos» su leitmotiv creativo. Algunas de ellas se eexhiben desdes hoy y hasta el 21 de mayo en la Sala Kubo de San Sebastián. Bajo el título Miquel Navarro. Arqueologías imaginarias, los espacios de la sala de exposiciones del Kursaal presentan tres de sus grandes urbes, realizadas en distintas épocas: una pieza inédita de gran tamaño, Placón, además de pequeñas esculturas, trabajos experimentales y cuadernos de viaje que emplea como soportes para la reflexión.

Es la primera vez que este artista, nacido en Mislata en 1945, muestra en la capital guipuzcoana esas construcciones metafóricas compuestas de cientos de piezas, que se adaptan al espacio expositivo y resultan representaciones únicas.

Los recuerdos y vivencias de su infancia son claves en la concepción de su obra, también en las piezas más pequeñas de los comienzos, donde entre las figuras humanas y los símbolos fálicos aparecen también chimeneas de viejas fábricas y elementos arquitectónicos que remiten al paisaje que veía de pequeño, cuando viajaba desde su pueblo al cap i casal. «Iba al centro en tranvía y me quedaba impresionado. Para mí, aquello era la síntesis de la cultura, de lo urbano a lo interurbano», aseguró ayer durante la presentación de la muestra.

Montaje inédito y pintura

Se remonta a su niñez el uso de la arcilla, material que sigue utilizando en sus ciudades, cuyos edificios se erigen también en hierro, acero y aluminio. La Ciudad 84/85 es la más antigua de las tres expuestas, donde los rascacielos de zinc conviven con pequeños inmuebles de ladrillo refractario en una disposición de viejo barrio y casitas idénticas de terracota, que reflejan la uniformidad de las modernas urbanizaciones «alineadas y alienadas». Su Ciutat Roja, creada entre 1994 y 1995, está compuesta únicamente por piezas de barrio colado en una aparente calma, en la que reposan lo que el observador puede interpretar como «insectos, aviones o ejércitos a punto de atacar». Este montaje ha viajado por todo el mundo y se adapta también al lugar de exposición, como en Amán, donde se apilaron las piezas para dar forma a una mezquita.

En la de San Sebastián ha hecho un guiño al Guggenheim de Bilbao entre las decenas de formas que conforman una ciudad que esconde algunos de los abundantes referentes del artista, como la concepción de «lo cóncavo y lo convexo» de Julio González, el constructivismo de Malevich y «la columna del infinito» de Brancusi. Entre muros, del año 2000, trabajada únicamente en aluminio, es la tercera ciudad que se exhibe en la Sala Kubo, en el espacio superior, desde cuyas escaleras se puede contemplar también su tótem Placón, de 3,5 metros, realizado en aluminio marino macizo, al que le rodean cientos de pequeños conos del mismo material, en una ambigua disposición de protección-amenaza.

Se exponen igualmente dibujos de distintas épocas, entre ellos dos captados de modelos al natural en movimiento, y situados junto a una de las esculturas que más conectan al escultor con su tierra, La Séquia, de 1976, una acequia imaginaria donde vuelven a unirse la terracota, el hierro y el material refractario. La Sala Kubo también proyectará dos películas de Miquel Navarro, Mineral y Fuerte como el opio.